Por Antonio J. Salgado. Publicado en Punto Final, abril de 2017
Aparece un libro de Gonzalo León editado en Chile. El autor vive hace más de diez años en Buenos Aires. Es también periodista y columnista de Punto Final. Ha publicado más en Argentina que acá. A fines del año pasado decidió publicar una novela compleja, con argumento notable. Se titula “Manual para tartamudos” (Narrativa Punto Aparte, 128 págs., Valparaíso).
Es un trozo de la vida de un chileno considerado loco por muchos que, instalado en Buenos Aires, decide escribir a uno de sus amigos una carta diaria. Lo que también tiene sentido si vemos las cartas en plena decadencia, hoy sustituidas por la comunicación electrónica.
Las cartas van en una sola dirección. Es como un monólogo maniático en que los destinarios guardan silencio, mientras repasan los recuerdos que consigna a su gusto la contraparte activa, mezclándolos con comentarios de actualidad, descripciones y el pulso de Buenos Aires mientras despliega también fantasías que no eluden amores, penurias y referencias al dinero que supuestamente adeuda a quien alguna vez lo ayudó. Cada cierto tiempo, la corriente epistolar es alterada por algún “cruce” que precisa o enriquece el tema central.
En algún momento el relato aparece cerca de un territorio que habitan los menonitas, fronterizo con Paraguay, y un sacerdote norteamericano con alta posición en el Vaticano, que está sancionado. No es seguro de qué es acusado. Se habla, incluso, que sería autor de versos satánicos o de abusos sexuales. Su presencia sirve para atar algunos nudos y dar más sentido a la historia en que el cura se transforma en propietario de las cartas que han sido devueltas por el correo al no ser retiradas, aunque hayan sido leídas.
Como dice uno de los presentadores del libro: “Manual para tartamudos es una novela llena de cruces, voces y extravíos, que se ensamblan para construir una trama cautivadora sobre el pasado y la necesidad de contarlo”. Dice el destinatario: “Me gustaría olvidarme de estas cartas, hacer como que nunca existieron, que sólo las recibí y las guardé en una caja fuerte pero jamás se me ocurrió leerlas. ¿En qué momento abrí el primer sobre y no pude detenerme? Aunque creo que fue un solo día de lectura ofuscada. El resto fueron… Sí, fueron, pasado pisado. Mejor será no continuar, no seguir abriendo la herida convertida en sobre, porque ya no hay nada donde hurgar. Por suerte todo tiene su fin”.
Gonzalo León ha publicado en Argentina y en Chile. Ahora prefiere nuestro país aunque todo ocurre, virtualmente, en Argentina. No es un descuido. Parece que quisiera enfatizar la condición humana que no acepta fronteras, señal parecida a la que cumple el paraguayo dedicado a los tatuajes. Asimila a “los de allá y los de acá” en un despliegue de recuerdos salpicado de humor e inteligencia.