Por Javier García Bustos
“Mientras la literatura se vuelve más y más comercial, la ‘verdadera’ literatura está destinada a tomar formas cada vez más personales y oscuras hasta que finalmente sea legible sólo para un grupo reducido de personas sensibles”, es la frase de la escritora Anna Kavan que aparece a modo de presentación en Wikipedia.
Por supuesto que googlé su nombre, el de esta escritora inglesa, nacida en Cannes, Francia en 1901, cuando esta semana, el narrador chileno Antonio Gil la citó en su columna titulada “Islas fantasmas”, de Las Últimas Noticias, donde señala que la escritura, el tono, de Anna Kavan le recuerda el de la novela “Isla Podestá”, de Juan José Podestá. Kavan vivió múltiples vidas y se volvió experta en naufragar y en fracasar: fracasó lo más que pudo hasta la ruina y la locura.
“Isla Podestá habría sido el emplazamiento de un campo de concentración retorcido y abyecto”, comenta Antonio Gil en la mencionada columna. ¿Cuánta realidad hay en esta historia? ¿Qué es ficción, qué es verídico? Son preguntas que aparecen frente a esta notable narración, que nace desde la obsesión y avanza por los caminos de la reflexión, la memoria, la fantasía y la historia de Chile.
Una isla llamada Podestá frente a Valparaíso o frente a Iquique; una isla que existió, pero que ya no, un pedazo de tierra, un islote perdido, un territorio fantasma, que alguna vez fue nombrado en los mapas y en libros de historia. Una isla que, siendo niño, el autor escuchó por los relatos de su padre profesor.
En “Isla Podestá” leemos: “Algunos pocos escaparon, pero desaparecieron, se convirtieron en espectros que deambulaban o aún deambulan por la ciudad. Espejismos, eso me dijo, esa palabra usó, porque no eran ya humanos, no tenían nombres, ni edad, ni familia ni amigos. Eran fantasmas por las calles”.
“Isla Podestá” es una novela donde se mezcla la narrativa, la poesía, incluso el cine. Desde sus primeros libros, Podestá ha explorado el lenguaje, la literatura, el arte, para contar lo que desea contar. Su primer libro de poesía se llamó “Novela negra”, una obra en versos, presentados como cortometrajes o microcuentos, trágicos, punzantes y desenfadados.
En su novela “Isla Podestá”, nuevamente Podestá va más allá, quizá acercándose a esa literatura “destinada a tomar otras formas”, como dijera Anna Kavan. Esta vez, como si hubiese estado aún bajo el luto de su padre muerto, Juan Podestá Arzubiaga, Juan José Podestá quiso ir más lejos: construir su propia isla, un artefacto de imágenes y voces múltiples para invitar a sus lectores a naufragar, porque perderse también es encontrarse, una manera de llegar alguna vez a algún puerto.
Furia del Libro, 17, diciembre, 2022