Acerca de «Variaciones sobre la vida de Norman Bates»

de Claudio Faúndez

(Editorial Narrativa Punto Aparte, Valpo. 2010)

No quería que se fuera el 2010 y sus pájaros muertos sin cumplir con este comentario prometido a Claudio Faúndez. Pero claro, me demoré muchísimo en hacerlo, al igual que con la mayoría de las cosas que últimamente leo, vivo, proceso. Este año ha sido como la digestión de una boa: lenta y pesada, extenuante. Pero dejemos de quitarle el poto a la jeringa.

Hace pocos días releía a Emar en “Diez”, y me topé con su pájaro verde, vivo en un tiempo pretérito, muerto embalsamado y trasladado por continentes varios, y luego devuelto a la vida por el artificio de las palabras y la música, convertido en pájaro asesino… entonces mi entorno, blanco templo de azulejos y losa Penco, se convirtió repentinamente en una escena de Hitchcock, y fue como cuando estoy en la oficina y se me cruzan por la vista las sombras de las gaviotas del Mapocho, reflejos fantasmales en las ventanas y en los edificios, o como cuando interrumpe mi ruido interno el repentino sonido de miles de plumíferos, trinando agudos en bandada espantosa, y es el ringtone del celular de Ximena. Corrí a buscar en mi biblioteca los pájaros embalsamados de Faúndez, sus mujeres imposibles, y perseguido por el cuervo de Poe, y vine a caer en cuenta de que no tenía el libro. Al fin, logré trocar la angustia en calma cuando desde el computador e Internet, me habló mi amigo Henrickson en la revista cabeza de perro [1], cuando desde la ratio me hablaron Madrid y Arroyo [2], cuando finalmente volví a casa seguro de que todo era literatura, mera, perturbadora, fastidiosa literatura.

No voy a referirme entonces a la carga simbólica de los elementos puestos en juego en las páginas de Faúndez. A su humor negro surrealista, a la atmósfera de angustia brillantemente construida, o a las claves de entrada a su mundo delirante desde tal o cual concepción del absurdo ejercicio de la literatura, o del escritor como niño ingenioso e ingenuo. Por suerte esa tarea otros ya la han hecho. Yo me declaro flojo de lecturas para eso. Lo que sí puedo decir es que, como cualquiera de los referentes que he mencionado -Hitchcock, Poe, Emar- Faúndez es de los buenos, de los maestros, de los más inteligentes y encantadores narradores a que me he enfrentado en el último tiempo.

Todo se expande demasiado si pienso que sólo me he referido a los pájaros como motor de las asociaciones a que puede conducir la lectura de este libro. Por ejemplo, por pudor o respeto a mi amada, apenas he mencionado a la mujer imposible. Solo considerar todo lo que cabe en la mujer imposible que Faúndez traza, da como para que uno tema salir a la calle. Vaya uno a saber qué desasosiego en el espíritu puede ocurrirle a uno cuando de golpe y sin aviso se le concatenen las propias mujeres imposibles, esas que prefieren a los pájaros ciegos, capaz incluso que termine uno como Gérard Depardieu a manos de Ornella Muti [3]. Peligroso el librito. Perturbador. Hace pocos días, en La Furia del Libro, un amigo músico me preguntaba qué le recomendaba yo dentro de los últimos libros de autores chilenos actuales, vivos (de chilenos vivos, obvio, ése es el basurero en que uno escarba, al revés de otro amigo, cineasta, que declara no leer sino a extranjeros y ojala muertos), y creyéndose un genio para ponerme en dificultad, circunscribía el desafío: pero no me digai Rivera Letelier o Roberto Ampuero. Yo le respondí sin trepidación: los dos títulos publicados
por Narrativa Punto Aparte (y hablé también de Pablo Toro en La Calabaza del Diablo, e incluso del último de Claudia Apablaza en Cuarto Propio, entre otros). Es que sí, hay que recomendar este libro, contra las bobaliconadas que publicitan como lectura para el verano. No sé a cuánto se vende en librerías este “Variaciones sobre la vida de Norman Bates”, me gusta siempre mencionar el precio, porque para el lector debe ser un dato útil. ¿Me gasto 10 lucas en un libro? ¿Valdrá la pena al menos? En este caso, si ese es el rango del precio, señor lector: cómprelo, sin dudarlo. O mejor: léalo. Ante todo y por los medios que sean: léalo. Porque claro, no puedo decir “si no tiene 10 lucas róbelo”, porque además es políticamente incorrecto toda vez que la propia Editorial Narrativa Punto Aparte me regaló el libro. Pero bueno. Lo cierto es que mi libro lo presté y recomendé y me costó recordar a quién se lo había prestado, y luego de obtener una confesión me costó que me lo devolvieran. Necesitaba, tras esa experiencia de diáfana revelación debida a Emar, releer este libro. O a lo mejor por puro fetiche quería mi objeto-libro de regreso a su anaquel. A estas alturas casi pienso que la literatura es como un sinónimo de eso: fetichismo. A lo mejor por ahí es que se me cuela la explicación a lo bien que me cae, más aún tras leerlo, Claudio Faúndez. Es que parece que como dice Sergio Madrid, Norman Bates es un alter ego de Faúndez. Puede ser, puede ser. A mí me gustó tanto esa película…

No tengo mucho más qué decir. Había tomado algunos apuntes sobre tu libro y lo comenté en su momento en la Radio de la USACH, en el programa Acceso Liberado. Pero perdí esas notas, y siendo hora de almuerzo tengo más bien el pensamiento atorado a la altura de las tripas. Gracias Faúndez. Perdona lo poco. Nos vemos en otro decenio.

RH

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[1] http://cinosargo.bligoo.com/content/view/950729/Una-belleza-convulsiva-Variaciones-sobre-la-
vida-de-Norman-Bates-de-C-Faundez.html

[2] http://letras.s5.com/sm311010.html y http://letras.s5.com/ra200910.html

[3] La Dernière femme (The Last Woman) película de Marco Ferreri, de 1976.

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