Por Juan Carlos Ramírez. Publicado en La Segunda, 29.01.2015
Ya han pasado dos décadas desde que el pintor Gonzalo Ilabaca lanzó“Valparaíso Roland Bar” (1995). Llevaba varios años recorriendo el puerto con un block de apuntes, pero terminó conviertiendo este local en su central de operaciones.
Conversaba con marinos, taxistas clientes y otros tipos delirantes como “El justiciero”, un señor de 70 años que guardaba sus bufandas en la escalera. Seres que aprendió a retratar hasta que el mítico local se incendió en 1994.
Un año después, en Santiago, armó una exposición sobre el tema con más de 500 cuadros. Pero, en vez de un catálogo, decidió autoeditar un libro —cuyo subtítulo es “Puerto de la Fama y el Olvido”, que acaba de reeditar Narrativa Punto Aparte.
—¿Crees que si tú no rescatabas a estos personajes, no lo haría nadie?
—No sé. Lo importante es cómo lo rescatas. No voy por lo sociológico, ni por lo identitario, ni por el patrimonio intangible ni por todo eso que está tan de moda en nuestra visión de la cultura. Como pintor sé que el eje de Chile es poético, y que por lo tanto el arte que hagas en la tierra de Chile también debe ser poético.
—Y en estos 20 años, ¿ha mejorado o empeorado el puerto?
—Casi todo Valparaíso es una ruina. Volvió a salir en el mapa gracias a su condición de Patrimonio de la Humanidad (2003), pero el puerto sigue siendo una ruina. Aún así hay risas, espectáculo y gente que lucha por Valparaíso. Eso conmueve y angustia. La decadencia comenzó notoriamente en los 40, pero después del Golpe tocamos fondo. El viaje de Valparaíso desde el siglo XX en adelante es el viaje de la riqueza a la pobreza.
—¿Y por qué crees que terminó así?
—Porque ahí donde pones tu dinero ahí pones tu corazón. Dejaron de poner y generar dinero en el puerto y Valparaíso quedó entonces sin corazón. Quedamos en el vacío, la deriva y a merced de los 4 elementos: el fuego y los incendios, la tierra y sus terremotos, el agua y el viento con sus temporales y tormentas. Eso es la vida peligrosa.
Ilabaca nunca esperó que le reeditaran el libro, que ya era de culto. “Fue una sorpresa agradable porque uno como artista en Chile sabe que aquí todo se pierde y eso lleva al olvido”, dice.
Aunque cree que ese Valparaíso que palpita en las crónicas y anécdotas porteñas del libro sigue existiendo.
“La educación que el Estado les da a sus ciudades es más o menos la misma, sea en Punta Arenas o Tocopilla. Pero aquí, esa educación nunca entró. Por eso esta ciudad puede que sea la más democrática del país y, al mismo tiempo, la más sucia. Lo paradójico es que como el país ya no es el mismo, la única ciudad donde queda un poco de Chile, es acá. Vivir en Valparaíso es como volver a la Edad Media. Y eso me gusta”.
Se entendió mal la condición patrimonial: “Inmediatamente, comenzó una especulación con los terrenos, se construyeron edificios sin plan regulador, se farrearon platas en comisiones y ahora el T2 (Terminal 2), diseñado desde Santiago y con criterios netamente comerciales, a espaldas de la ciudad” (ver recuadro).
Ilabaca teme que esto destruya la vista hacia el mar, un auténtico anfiteatro donde los porteños son los espectadores de los barcos que entran y salen al Pacífico. “Amo la actividad portuaria. Para mí, los barcos entrando a la bahía, las grúas, los contenedores son un espectáculo”.
“Todo Valparaíso y todos los que vivimos aquí también estamos gastados por la vida peligrosa. A mí, las palomas, los incendios y las autoridades me tienen gastados los nervios. Entonces, el viaje de Valparaíso es una pena de amor y un viaje mal administrado”.
Contra el T2“Se gobierna desde y para Santiago”
El gran proyecto en que está metido Ilabaca es la “ingrata tarea” de despertar a los porteños —desde políticos a juntas de vecinos o wanderinos—ante la amenaza del T2 (aún en proceso de licitación).
“Su diseño es tan malo que es la máxima amenaza al futuro de este puerto. Es algo tan bárbaro como esas mineras que llegan al desierto, destruyen su entorno y pueblos cercanos, y después se van sin dejar nada. ¿Y qué queremos? Queremos simplemente la cordura: una ciudad que reivindique su destino portuario y su condición de Patrimonio de la Humanidad en forma unitaria. Ese tema quedó afuera de los grandes cambios que el gobierno de Bachelet puso en su programa, porque, claro, se gobierna desde y para Santiago”.