El autor chileno radicado en DF habla sobre su novela “Indios Verdes”, recién editada en Chile por Narrativa Punto Aparte, y sobre su experiencia en México y la forma en que ésta ha cambiado su propia percepción sobre la escritura. “Yo busco la transformación. Voy por el mundo buscando o siguiendo a personas que me modifiquen”, afirma.
Al final de la línea 3 del metro de la Ciudad de México, en el lado norte de la urbe, se encuentra la estación Indios Verdes. Es un lugar muy concurrido, una especie de frontera simbólica de la enorme capital mexicana que conecta con las periferias del DF. A algunos metros de la estación que lleva su nombre, se encuentran los Indios Verdes, dos voluminosas estatuas que representan a dos tlatoanis (gobernantes) mexicas que, tras un largo periplo plagado de rechazos, terminaron instaladas en ese sector de la ciudad. La pátina que cubre el bronce del que están hechos les dio el nombre coloquial de Indios Verdes.
Estos monumentos incomprendidos son también el punto de partida de la novela “Indios Verdes”, de Emilio Gordillo, quien desarrolla, a través de diversos momentos y enfoques escriturales, la experiencia de un chileno intentando comprender “la Ciudad de México y sus complejidades” y, asimismo, develando las claves y la evolución de su propia escritura.
Editado inicialmente en 2015 como ebook por el sello mexicano Malaletra, “Indios Verdes” llega ahora a Chile a través de editorial Narrativa Punto Aparte. Se trata de una edición “aumentada”, que incorpora un nuevo capítulo en un libro que se lee y se reescribe a sí mismo.
En la primera parte, “Al anverso del cristal”, el narrador, recién llegado a la capital mexicana en medio de una epidemia de influenza, relata en fragmentos sus impresiones del extraño DF y sus recuerdos de Chile. La segunda parte, “Al reverso del cristal”, es un texto que toma distancia del anterior, donde el narrador intenta sumergirse en el laberinto mexicano, en parte con sus propias derivadas y en parte en compañía de su amigo Mario Bellatin (quien además escribe la contratapa de este libro). El tercer capítulo, “El cristal”, es una huida hacia la ficción: el narrador toma la voz de un ayudante indígena del maestro Alejandro Casarín para relatar las dificultades creativas que tuvo el artista para dar forma a los Indios Verdes. La última parte, “El portal”, incorporada en esta edición, es un acercamiento a la realidad, donde el narrador se diluye para dar lugar a las voces de los propios mexicanos.
De paso por Chile –“he tratado de irme de México y ya no me sale”, confiesa el autor-, Emilio Gordillo (escritor, editor, profesor, autor de la novela “Croma”, de 2013) habla en extenso sobre su nuevo libro, su experiencia en México y su forma de concebir la literatura hoy, ad portas de iniciar un nuevo proyecto escritural. “Lo más importante es no dejar de aprender”, afirma.
-¿Qué inspiró la creación de esta novela? ¿Por qué has elegido el hito de los Indios Verdes como el eje central del libro?
-El primer texto que escribí al llegar a Ciudad de México está en este libro. Llegué 2009, cuando fue lo de la influenza y la ciudad no se parecía en nada a lo que debía ser. Vi a los Indios Verdes en una zona periférica y me parecieron muy raros. Son unas estatuas de bronce que el tiempo volvió verdes. Los dos últimos tlatoanis mexicas, enormes, musculosos, de formas griegas. Con el tiempo me obsesioné con ellos y descubrí que los habían encargado para la Feria Universal de París de fines del siglo XIX, donde los países del mundo iban a presumir sus logros modernos, pero a último momento el envío fue rechazado. Empecé a preguntarme cómo habían llegado hasta el límite norte de la ciudad, y por qué durante todo el siglo XX los corrieron de un lado para otro, cada vez más lejos. Descubrí que los ricos los quitaron del Paseo de la Reforma porque los encontraban feos y luego peregrinaron por toda la ciudad hasta quedar en la periferia norte. Lo que más me fascinó es que su nombre es una construcción popular: no se llamaban Indios Verdes, la gente los fue nombrando así porque el bronce se tornó verdoso. Y así, un territorio limítrofe inmenso se llama hoy Indios Verdes, y los habitantes que la ciudad quiere expulsar se identifican con ellos, que, la verdad, parecen más superhéroes de Marvel que indígenas. Era un extranjero, creía entender algo de México pero en realidad era muy torpe, plano, un chileno que, como decía Raúl Ruiz, no sabe salir de sí mismo; y me fasciné con estas figuras extranjerizadas. Este libro muestra cómo mi percepción de la escritura cambió en un lapso de nueve años en México. Sigue leyendo