Publicada en Atrapasueñosenlared.com.ar
Comunicador social, escritor prolífico que guarda parte lo que escribe, porque según él, «los textos a veces piden su tiempo o encuentran su forma a lo largo de él». Incursionó en la poesía porque anhelaba ser poeta y como la empresa le parecía muy grande, se abocó a una no menos exigente, escribir prosa. Así nacieron “Viaje Ritual” y su actual novela “La carne alucinante”, publicada por la editorial Chilena Narrativa Punto Aparte, de la ciudad de Valparaíso y presentada en Santiago de Chile hace poco. Ignacio Bosero nos cuenta de sus inicios en la literatura y da detalles de sus obras.
¿Cómo y cuándo empezó tu interés por la literatura?
No soy lector de chico y no tengo un registro claro del primer momento en el que comencé a escribir. Me fui a vivir con mi hermana mientras hacia el CBC de Comunicación Social y tenía mucho tiempo libre así que comencé a leer unos libros que había ahí, sin saber si era literatura buena o mala. Sabía quién era Borges, Sábato y Cortázar pero jamás los había leído..
¿Y escribir también comenzó en ese momento?
No, comenzó en Los Toldos. Siempre escribía Poesía romántica, dedicada a las mujeres. Eran muy malas, pero no estaban ligadas al deseo de escribir, sino a la necesidad de expresar lo inalcanzable que me resultaba una chica, y escribir lo que me pasaba en un poema, era una forma de poder acercarme a ellas, ya que eran muchas, según recuerdo.
¿Qué leías?
Hubo lecturas desordenadas u ordenadas por cosas que uno debe leer, como Nietzsche, Hermann Hesse, lo más clásico. Con la poesía fui más aventurero, empecé a leer de todo un poco en poesía; la poesía maldita francesa archiconocida: Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Lautréamont, Bretón; los argentinos clásicos: Girondo, Pizarnik, Perlongher, Olga Orozco, Juan L. Ortiz, Calveyra, algunos de Borges. Y otras cosas más antiguas: Catulo, Marcial, Homero. De adolescente quería ser jugador de fútbol, luego poeta, estas cosas me parecían muy importantes. Soñaba con ellas.
¿Y por qué no insististe en ese deseo?
No pude en algún punto, era algo muy grande. Lo vi de ese modo porque me ocupaba mucho tiempo en la cabeza, en el cuerpo, es decir que me afectaba completamente, y era joven… Me terminó hartando, pero escribí mucho, incluso este año sale un libro de poesía en el cual se incluye una poesía mía que condensa toda ese etapa.
¿Para vos, es más importante ser poeta que novelista? ¿No es más arduo el trabajo de un novelista y por lo tanto, más inalcanzable?
A mí me parece todo lo contrario, siempre me pareció muy enigmático e interesante el ser poeta, y todavía siento y me sigue pareciendo que el mundo de la poesía es algo difícil.

Ignacio Bosero.
Cuando escribías, ¿sabías de estructuras como el soneto o la poesía libre?
No me preocupaba mucho de eso, sí de la forma y el contenido. Yo sentía que la poesía tenía que decir algo. Después me puse más oscuro, más existencialista y es la misma poesía que te va llevando a eso y vas haciendo un ejercicio de conciencia o por ahí de inconsciencia. Uno crece y quizá los temas se van poniendo más oscuros, pero pienso que la poesía siempre tiene una ramita romántica, hay algo ahí que siempre funciona de esa manera.
Hoy en día hay muchos talleres de literatura ¿eras de concurrir a esos lugares y rodearte de gente afín a ese mundo literario para nutrirte de conocimiento?
Siempre fui bastante solitario y autodidacta pero intercambiaba lecturas con un amigo y fui a talleres y festivales de poesía. Me pasó que antes de la novela “Viaje Ritual”, publiqué una prosa llamada “Rugido” y en ese escrito pude sacarme el peso de la poesía y lo dramático y a partir de ahí empecé a explorar la narrativa y escribir varios cuentos. Luego hice un taller con Alberto Laiseca que fue muy divertido, otro con un escritor joven que me gusta mucho que es Pablo Katchadjian, quien al mismo tiempo había sido mi profesor en la facultad. Él tenía una forma muy vanguardista que por algún motivo me hizo interesar por los juegos de la literatura, por llamarlo de alguna forma, y me vino muy bien.
¿Cómo era la forma de trabajo en el taller, había críticas?
Eran una reunión en la que cada uno leía un texto que venía trabajando particularmente, se hacía una devolución colectiva sobre los escritos y quien coordinaba el taller en general decía qué le parecía que le faltaba ajustar o no. Pero era bastante liviano en ese sentido, no era con mucha rigidez. Se tenía en cuenta la opinión de los demás. Yo aprendí mucho que para escribir, uno no necesita aprender a escribir, y tener tanta rigurosidad en encontrar la voz, sino escribir. No hay que estar tan pendiente de cómo debería ser el acto de escribir, la forma, la voz, porque a medida que uno escribe con libertad, salen cosas, y así salió “Viaje Ritual”, un poco escribiendo, otro poco leyendo lo que había escrito y lo de otros.
Cuando uno intenta escribir, si se pone a corregir en la acción, surge el bloqueo y en ese sentido, Ray Bradbury decía que para escribir “hay que vomitar por la mañana y limpiar por la tarde”.
La palabra detestar, suena algo fuerte, pero me parece quizás adecuada para describir lo que pasa a la hora de escribir con la conciencia.Hay que detestarla un poco. Conciencia, me parece, de nada, hay que largarse y escribir; luego viene la conciencia. A mí lo que más me gusta es lo misterioso e inconsciente de la literatura, por eso no me llevo bien con el realismo, o la pretensión de realismo. No digo que las cosas sean misteriosas, pero uno necesita perderse un poco en la lectura y escritura, no se encuentra nada si no, verdaderamente genuino.
¿Cuándo aparece “Viaje Ritual” y la idea de mostrarlo?
Apareció en una de esas pruebas de escritura en el taller. Cada semana llevábamos un texto, pero yo llevé infinidad de textos de los cuales la mayoría quedaron archivados y no tienen ningún valor. Llegó un momento en el que hice un texto de dos páginas y sentí que lo quería continuar, lograr una continuidad. Está en muchos escritores la idea de cerrar las cosas, pero acá pensé: por qué no vemos hasta dónde llega esto. Fue un trabajo de semana a semana durante un año, haciendo correcciones en el taller y también solo y con una amiga editora.
¿Te importaba la opinión de los que iban al taller?
Sí, por lo general confiaba mucho en la gente del taller y me gustaban muchos sus opiniones como así la de unas amigas y compañeras de Comunicación Social a las que les gusta mucho la literatura y son muy buenas haciendo críticas.
Viaje Ritual, es un buen nombre y puede generar intriga e interés en los lectores ¿De qué trata ésta primera novela?
Es bastante autobiográfica. Obviamente que casi todo transfigurado ya que trata de un ritual de despedida de un lugar rural, que podría ser Los Toldos para mí y para los lectores toldenses, pero que, para otro lector, cualquier paraje rural, no del mundo quizás pero sí de argentina, por lo menos, ya que no hay indicaciones de lugares, sólo descripciones campestres. También es una despedida de la familia y los amigos, porque es un joven que viaja para iniciar sus estudios. A partir de ahí se desencadena la aventura de llegar a la ciudad, y todas las cosas que suceden hacen que este viaje se trasforme en un Viaje Ritual, porque si bien es un viaje pensado, suceden muchas cosas que no estaban previstas.

Ignacio Bosero.
¿La publicación fue de forma independiente?
Fue en el 2013. Con la misma gente de “Color Pastel Poesía, con la que publicamos la prosa “Rugido”. En realidad Viaje Ritual, fue una auto-publicación, una edición de autor, la hice yo. Creé un sello de fantasía que se llamó Luciérnaga y me contacté con una chica que hizo el diseño de Color Pastel Poesía, y una artista plástica y entre los tres, le dimos forma al libro.
Te encargaste de multitareas, un trabajo artesanal. ¿Cómo presentaste el libro?
Sí, yo me ocupé de conseguir la imprenta, busqué el color del papel, el formato del libro, me interesó mucho la parte estética. En un primer momento, debido al presupuesto hice 64 ejemplares y luego 100 más. No hice presentación. Una vez que publicás un libro, sea del tamaño que sea, el tema es qué haces con él, sobre todo cuando es una autoedición (aunque podría decir que salvo que pagué yo, y con plata prestada, fue muy cuidado todo). Muchos los regalé, como una forma de mostrarme y presentarme, otros los llevé a librerías independientes. Con independientes me refiero a que no son ni Yenny ni Cúspide, por ejemplo, aunque son comerciales, pero el trato con el cliente es por lo general más cordial y especializado y dan lugar a estos libros. Por otro lado, me enteré que acá en Tábara se vendieron un par. Eso se lo debo directamente a Gabriela Nichelson, (profesora de Literatura), quien me llamó para comentarme su proyecto de leer autores locales en las escuelas y usar el libro.
La que sí presentaste es tu reciente novela” La carne Alucinante”. Una apuesta más ambiciosa.
Luego de Viaje Ritual, empecé a sentirme cómodo con textos ni muy largos ni muy cortos. Casi toda la novela, “La carne alucinante”, la escribí en el taller al que iba hasta que llegó el deseo de hacer una publicación. Seguí trabajando solo para cerrarla y presentarla en una editorial. Lo que tenía claro es que no iba a pagar para publicar y quería que sea en una editorial independiente. La llevé a un par de lugares y por lo general tuve pocas respuestas; hay que entender que es un riesgo publicar algo para las editoriales independientes ya que no cuentan con mucha plata ni subsidios, pero algunas toman ese riesgo, como el caso de los que hacen Narrativa Punto Aparte, de Chile.
¿De qué trata la novela?
La novela no tiene una trama muy armada, porque es una novela con mucho trabajo de lenguaje y de movimiento, casi de persecución podría decir. Es una novela sobre el encuentro de un obrero que trabaja en un palacio ubicado en un lugar exótico y selvático con una chica joven de clase alta, que no cumple con el estereotipo de lo que debería ser sus “formas”. Es una novela de ellos dos prácticamente, de aventura, con personajes y escenarios que se repiten. Mateo es un obrero que se siente cautivado por el cuerpo de Rubina cuando la joven aparece desnuda en la playa, y ahí se enajena (se obsesiona) y una noche, al salir de su trabajo, decide ir a espiarla a su casona, tomando ese riesgo casi sin querer. Al mismo tiempo, a Mateo lo tiene mal un dolor fuerte de estómago por el que se siente algo desacoplado con el clima de esa región. Rubina también se enajena, pero lo hace más naturalmente, porque ya lo había estado observando previamente y le había encantado.
¿Cómo contactaste con la editorial Narrativa Punto Aparte, de Valparaíso, y cómo fue la experiencia de haberlo presentado allá?
Tengo un proyecto con amigas que se llama Recital: un escritor elige un cuento. Es un Podcast. Donde, como dice su eslogan, van autores a leer un cuento de otro autor. En una oportunidad, fue a leer Félix Bruzzone, un escritor joven, de la generación del 76, que tiene mucha proyección en la narrativa contemporánea y leyó un cuento de otro escritor, pero chileno, León Álamos, quien había sido publicado por la editorial de Valparaíso. A mí me gustó el cuento y la estética de la editorial, la busqué y le escribí. Luego me di cuenta también que habían publicado Gracias, de Pablo Katchadjian, lo cual era una buena señal para mí. A los días de escribirle y comentarle estas coincidencias, tuve una devolución muy amable de parte de su editora, Marcela Küpfer, a quien hoy estimo mucho.
Hubo un tiempo de silencio de tres meses y cuando estuve al borde de la auto-publicación otra vez… me llegó la respuesta de que querían tomar el riesgo y publicar mi novela. Me puse muy contento. Aunque empiezan otras incertidumbres… porque hasta que todo se va materializando es un proceso de cierta angustia. Del original que envié se hicieron observaciones y luego trabajé sobre ellas e hice correcciones. Para decir algo: lo sólido de lo escrito no lo modificás más, pero hay cosas que mejorás para que sea todo más claro y no se generen confusiones. Es un periodo de intercambio muy intenso y tenso a la vez, pero me encanta ese vértigo, porque es un trabajo de laboratorio donde sabés que el texto tiene sus límites, y vos también, que son del orden físico, pero es bueno que exista para finalizar el proceso.
La presentación se organizó en una feria del libro llamada Furia del libro, con casi 200 editoriales independientes, la mayoría de Chile pero de Latinoamérica también, en Santiago de Chile, en el Centro Cultural Gabriela Mistral. El ambiente me entusiasmó, es realmente bueno, y fue una experiencia muy buena a nivel personal y de intercambio literario. El comentador y crítico de la novela fue Guido Arroyo. Fue un placer conocerlo y escucharlo. Él es escritor y editor del sello Alquimia, de Chile.
¿La diferencia con la novela anterior fue una autogestión en la que no tuviste la presión que tuviste con esta novela, el hecho de tener que corregir y aceptar ciertas observaciones para lograr que sea publicada?
Es verdad eso. En la primera novela pasó todo por mí y me sirvió como un entrenamiento previo, donde hice prueba de imprenta y corregí mucho. Esta vez hubo muchas cosas nuevas en este libro. Acá no hubo presión pero sí un intercambio. Hay cosas que son como fantasmas de uno, y sirve para crecer. Porque en la etapa de corrección, pueden aparecerte ciertos fantasmas y dudas y de repente pensar que la versión anterior era mejor. Pero es todo un periodo de aprendizaje dónde vas mejorando la destreza mental. Esto va a sonar raro, pero trabajas un material que lo vas matando, y por suerte después renace. Por eso hay que asumir la instancia de publicación.
Qué bueno que una editorial haya apostado por tu trabajo asumiendo riesgos, los cuales conocés, ya que trabajás en una.
Integro la editorial Final Abierto. Es una editorial en la cual colaboro proponiendo publicaciones de otros autores y leyendo manuscritos y mails. También pensamos juntos traducciones y nos reunimos para debatir cómo seguir sosteniendo un proyecto totalmente independiente y de calidad como el que es, con un catálogo importante, aunque escaso todavía. Todavía falta que asumamos algunos riesgos, es cierto, para poder dar un salto de visibilidad como editorial, pero entiendo que estamos en ese camino.
Lo interrumpo y me cita a César Aira: “la interrupción es parte de la continuidad”. Por lo tanto, interrumpime todas las veces que quieras. ¿Cómo es el arte de escribir en tu vida, lo hacés de forma metódica o esperás a que llegue la musa?
Ninguna de las dos formas; ni es algo tan libre, ni tampoco es esa cosa tan trabajosa. En general escribo todos los días. Me gusta mucho la música en la literatura, y por eso es muy importante el ritmo y cuando encuentro una cosa musical en lo que escribo. No mucho más. Por ese motivo me encanta Sergio Bizzio, César Aira, Elena Garro, Levrero. Son escritores quizás no tan conocidos por todos pero que poseen ritmo y las historias tienen profundidad al mismo tiempo; porque aquí viene la pregunta: ¿qué es lo profundo y qué no?
¿Y qué es lo profundo en la literatura a tu entender?
Supongo que hay mucha idea mística, mítica también, o no sé bien qué, en la que muchas personas se sienten capaces de decir qué es profundo y qué no, y lo son, pero esas certezas no corresponden a la experiencia de los lectores, mucho menos a los escritores, sino a parte de un sistema literario de reconocimientos y enlaces con la tradición tomada bastante en serio. Pero sí, hay cosas que son profundas, lo entiendo, pero la forma de encararlo en la escritura no necesariamente tiene que hacerse desde un estilo denso, me parece, como se pretende a veces, puede encararse con cierta liviandad o ritmo y ser realmente algo inquietante y profundo. Un buen ejemplo es Elena Garro, que escribió “Y Matarazo no llamó…”. En esta novela se mete con la historia de México pero no como lo hace Rulfo, que me encanta, pero es mucho más denso y agrio. Es cierto que Garro escribió antes, en el ’63, “Los recuerdos del porvenir”, donde había experimentado una especie de realismo nuevo, que luego sería el mágico, para contar parte de la revolución mexicana. Evidentemente pasó esa etapa más profunda en el modo de decir, más clásico, pero salió airosa, entendió algo: que podía decir más de otro modo, desprenderse un poco del lenguaje referencial, por así decirlo. Aclaro: Rulfo está a salvo de esto. Así ella se adelantó a muchos en términos de las posibilidades del lenguaje y del suyo. Yo no estoy interesado en palabras pomposas o que digan tanto, porque cuanto más uno acomoda las palabras… ¿qué te está queriendo decir? No me gustan los artificios literarios ni las historias inteligentes, en general. Confío más en la literatura que se mueve en un terreno inseguro, más del ritmo, de lo musical y lo inconsciente.