Ignacio Bosero, escritor argentino: “Prefiero ponerme del lado de lo inconsciente, de la perdición y la aventura”

Dos hechos conectados, pero independientes, vincularon a Ignacio Bosero con Chile. Un día, a mediados del año pasado, en Buenos Aires, el escritor argentino Félix Bruzzone fue invitado al podcast “Recital: un escritor elige un cuento”, para que leyera un texto de otro autor, pero seleccionado por él. El texto que eligió Bruzzone era “Mangaratiba”, del escritor chileno León Álamos, publicado en el libro “Discocamping”, de la editorial Narrativa Punto Aparte, de Valparaíso. A Bosero, uno de los creadores del podcast, le gustó la lectura de Bruzzone y más aún el cuento de Álamos y puso atención a la editorial.

148_ImagenDetalle  Otro día, también a mediados de año, pero del año anterior, el escritor argentino Pablo Katchadjian publicaba por primera vez en Chile su novela “Gracias”, y por la misma editorial: Narrativa Punto Aparte. Y a Bosero, alumno del taller literario de Katchadjian y que por entonces trabajaba en su novela “La carne alucinante”, le pareció que las dos cosas eran de una coincidencia extraordinaria y que de alguna forma constituían lo que puede llamarse una buena señal.

Así, estimó que su novela -la segunda luego de la breve “Viaje ritual”- tal vez podría ser publicada en Chile antes que en Argentina y decidió enviar su manuscrito a la editorial en Valparaíso. El resultado fue la edición de “La carne alucinante” (Narrativa Punto Aparte, 2015), libro que fue presentado en la pasada versión de La Furia del Libro, en Santiago, y que coloca a Ignacio Bosero como uno de los escritores jóvenes más interesantes de la narrativa argentina contemporánea.

La novela –“ante todo una novela de movimiento”, precisa Bosero- gira esencialmente en torno a una mancha. Una mancha sensual y cautivante que se desparrama sobre el pecho de Rubina, la mujer que agrieta para siempre la vida ordinaria de Mateo. Irrefrenablemente atraído hacia esa mancha seductora y hacia su impredecible dueña, Mateo se lanza en una travesía vertiginosa y sin rumbo fijo, arrastrado por el gancho del placer y el deseo, a través de una turbulenta geografía poblada por inquietantes personajes, oscuras cantinas y perturbadoras criaturas.

Ignacio Bosero, 33 años, toldense, escritor, comunicador social de la UBA y experto en Di Benedetto, habla en esta entrevista acerca de su novela, sus búsquedas literarias, sus lecturas y la edición independiente.

                -¿Cuál es el origen de “La carne alucinante”? ¿De dónde emerge esta historia?

-El origen es un sueño que tuve a mediados de 2012 aproximadamente. Mi cuerpo desnudo y enfermo era envuelto en hojas de plátano y trasladado en una camilla rústica hecha de palos, por una tribu, en una región extremadamente caliente y selvática. Había vapor en el aire, volcanes y lagos… Recuerdo que me levanté y lo anoté en un cuaderno. Meses después lo seguí pero le saqué el ritual de la sanación, me deprimía empezar con un personaje enfermo, vencido; habré escrito dos páginas más y lo llevé al taller que hacía por ese entonces con Pablo Katchadjian. Nunca escribí la novela de un tirón, sino por partes, por entregas cortas de dos a tres páginas cada semana. No tenía idea si iba a ser una novela u hojas sueltas, nunca lo tuve muy claro, lo único que quería, por momentos, era seguir escribiendo. Y fue lo que hice.

                -¿Cuáles son las pulsiones que mueven la trama de la novela?

PORTADA_LA CARNE ALUCINANTE     -Identifico a la novela, sobre todo en el momento de la escritura, con una pulsión ascendente, quizás sexual. Necesito la sensación de expansión, de elasticidad de ese cuerpo de palabras al cual le estoy dando una forma que no conozco; pero más que nada es el lenguaje el que va adquiriendo estas posibilidades rítmicas, este desplazamiento, este ingreso en una historia, si es que lo adquiere porque no siempre pasa eso. Pero estas pulsiones son el cuerpo dispuesto al movimiento de la atracción por el otro personaje, que, al igual que en una aventura o en los inicios de una relación amorosa, nadie puede ni quiere detener por nada del mundo, que aparece, nos encanta y no sabemos bien qué hacer salvo seguir. Y es la curiosidad por ese misterio y su satisfacción lo que moviliza la novela, en definitiva, hacia adelante.

                -“La carne alucinante” rompe con la estructura clásica de la novela (inicio-desarrollo-clímax-conclusión).  Hay un ritmo vertiginoso en la narración que se mantiene sin tregua, los acontecimientos se suceden sin contención, borrando de sopetón la idea de pausas y crescendos. ¿Hay una intención estética en esta forma de contar?

-No, la intención me parece sinónimo de la conciencia, en el sentido de cierta distribución calculada de los acontecimientos, prefiero ponerme del lado de lo inconsciente, de la perdición y la aventura, terrenos del misterio y de climas más adversos, un tipo de distribución incierta. Porque lo que para mi importa es lo inesperado y la musicalidad. Esto es lo esencial. Si alcanzo este estado de gracia paralelo siento que estoy siendo parte de un juego que disfruto jugándolo. Y como tal, estoy escribiendo algo que no sabía que podía escribir. Esta experiencia me hace feliz. De todos modos, si tuviera una intención estética de contar de una manera más clásica, no sabría cómo hacerlo. Por lo que elijo escribir y no saber hacia dónde voy. En eso sí puede haber como una intención estética, pero de otro orden, no intencional.

                -A primera vista, en “La carne alucinante” encontramos una historia de amor más o menos clásica: una suerte de amor imposible e incombustible entre un chico que trabaja en la construcción de un palacete y la hija de los dueños de la faena. Pero la novela está llena de giros sobre el tema que la vuelven extraña, a ratos delirante, a ratos incómoda, siempre sorprendente. ¿Te planteaste hacer una reescritura de lo que podría ser una clásica historia de amor?

-No, no soy vanguardista. La historia de amor se dio por casualidad. Es cierto que siempre me aparece lo amoroso en lo que escribo, está también en Viaje ritual: debe ser porque me importa y lo veo enigmático: como si todo el tiempo mutara y no pudiera contenerlo para entenderlo de una vez y por eso lo escribo.

RITMO Y MOVIMIENTO

           149_ImagenDetalle     -Lo tuyo es ficción pura: escenarios ignotos, momentos atemporales, personajes que parecen no ser del mundo cotidiano e inmediato, pero que de alguna forma nos parecen familiares. No deja de ser llamativo, pues hoy muchos escritores de tu generación optan por la autoficción y la autoreferencia al momento de escribir. ¿Cuál es tu visión respecto de la experiencia personal del autor como fuente de inspiración? ¿Por qué optas por la ficción pura?

-Yo creo que La carne alucinante es ante todo una novela de movimiento, es decir, de un lenguaje en movimiento, de mucho ritmo. Por eso es corta, no puedo mantener el ritmo mucho tiempo. No tengo tanto aliento. Este desplazamiento continuo me permite encontrar una música. Entonces no necesito que una palabra o frase sea poética o punzante, eso puede pasar, pero es lo más difícil de hacer. Algo todavía más claro es la suerte de aprendizaje que me deja todo esto y por lo que opto, como vos decís, por la ficción pura. Aunque entiendo que no es pura del todo, mezclo. La experiencia personal como inspiración va al revés, en mi caso. Me gusta cuando encuentro lo biográfico de manera impropia, en una situación o atributo que le pongo sin querer al personaje mientras escribo. En una escena delirante, por ejemplo, que transforma un periodo de mi vida que parecía como traumático u olvidado y lo regenera. Si yo partiera de situaciones personales –algo que he ejercitado- es probable que me pegue a la palabra o frase. Me ha pasado. Y el resultado es que me aburro completamente y queda en el cajón del escritorio.

                -¿Cuál es tu lenguaje literario ideal? ¿Qué efecto buscas causar en el lector con tu estilo escritural?

-Es ideal siempre que esté de acuerdo con la palabra o frase que escribí. Que sea sincero y no artificial. Esto me lo tengo que respetar. De la misma manera que una vez que escribí y publiqué, ése será el lenguaje ideal que pude en ese momento. No tiene sentido renegar del pasado, me parece. Entonces no busco causar ningún efecto, el efecto es algo que pasa y no perdura porque es medio falso. Puede que un texto sincero perdure y el lenguaje se ponga viejo, pero seguro que allí se comunicó una pasión individual, no una condescendencia con el lector. Además de pensar, de antemano, que el lector está de acuerdo con lo que escribió. Prefiero ser claro, honesto, y aprender a comunicar. Sólo en apariencia es sencillo esto.

                -¿Cuál es tu visión de la narrativa argentina actual? ¿Te sientes parte de algún movimiento o grupo?

                 –La verdad, me siento dichoso. Veo que hay un desafío constante en la narrativa argentina. Esto tiene que ver con la calidad y diversidad de los autores y estilos, tanto actuales como consagrados. Es un disparate de obras buenísimas. Esto crea un ambiente festivo, me parece, si se vive con ese espíritu. En particular, no me siento parte de un grupo o movimiento pero sí de una cola de escritores que tiene una manera de entender y disfrutar la literatura sin pensar tanto en su seriedad.

                -¿Cuáles son tus autores o libros predilectos? ¿A quién recomendarías entre los autores contemporáneos?

-Como libro, elijo Zama, de Antonio Di Benedetto. Después, Cómo me reí, de Aira, El gusano máximo de la vida misma, de Laiseca, Memoria de España, de Casanova, El entenado, de Saer, Dejen todo en mis manos, de Levrero, y, Y Matarazo no llamó…, de Elena Garro. Otros autores contemporáneos que recomiendo: Noll, Havilio, Katchadjian, Bizzio.

                -¿Para quién escribes?

-Lo desconozco. Para mí, supongo. Di Benedetto, el escritor mendocino, dice algo muy lindo y con lo que me siento identificado: “Escribo para que mi subjetividad explore los paisajes abiertos y las cavernas sombrías de la gente que le propone el mundo objetivo. Escribo para que mi conciencia recorra más regiones de lo que le propone el mundo objetivo. Escribo para confesar y no ser absuelto”.

                -¿Qué tipo de escritor eres? ¿Inspirado, meticuloso? ¿Tienes manías o recurrencias a la hora de escribir?

-Un poco de ambos, pienso, pero no de largos períodos. Me siento en la silla y escribo en la computadora o anoto frases en el bar que voy siempre. Si puedo todos los días hasta que agarre cierto ritmo, una vez que conseguí eso puedo escribir en cualquier momento. En general me engancho con un disco y eso es lo que me da todo: Moacir Santos me acompañó el año pasado entero.

                -Aparte de leer y escribir, ¿qué otras cosas te apasionan?

                 –La música.

                -¿Cuál es tu opinión de la edición independiente actual?

-Es lo que más me interesa desde hace tiempo. No sólo porque en general edita la literatura más arriesgada y de mejor calidad, sino porque es un lugar de contención y libertad a la vez para el escritor. Se puede relativizar la palabra “independiente” y hasta usarla para muchas ocasiones. Pero lo más importante, en mi opinión, es que quiere decir que es un lugar real de resistencia. Un territorio conquistado hace bastante tiempo. Y con esto me refiero a ideas sobre la cultura, un modo de concebirla y criticarla, y una comunicación e intercambio entre editores, escritores, estudiantes, críticos, etcétera, tremendamente valioso, como sabemos.

 

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