El autor iquiqueño acaba de lanzar su tercer libro, una colección de relatos negros inspirados en la frontera. “Quiero seguir ahondando en el espacio nortino, escribir desde aquí”, señala Podestá.
Por Marcela Küpfer C.
Le pregunto qué lee por estos días y responde: “Una novela de Cormac McCarthy llamada ‘Sutree’. Trata de un hombre que lo deja todo para irse a vivir en el río Mississippi”. Pienso que él también lo ha dejado todo -o tal vez lo ha ganado todo- para irse a vivir no en un río, sino en medio del desierto. Para dedicarse a escribir.
Tras una estadía de dos años en la capital, donde realizó un posgrado en Literatura, el escritor y periodista iquiqueño Juan José Podestá eligió regresar a su tierra. Y allí, en Iquique, terminó su tercer libro, “Playa Panteón” (Narrativa Punto Aparte), un retorno literario y personal hacia los paisajes y los temas que han cimentado su obra, desde “Novela negra” (Cinosargo) a “El tema es complicado” (Narrativa Punto Aparte).
“Son textos hermanados por el crimen y la provincia”, dice Podestá. Tiene razón. Los cuentos de “Playa Panteón” están empapados de desierto, de balnearios de arenas negras, de islas y pueblos que se pierden en el horizonte, de hombres que cometen crímenes, que escapan, que buscan y esperan venganzas. Tramas intensas, violentas y apasionadas, a veces teñidas de humor y otras, de una quieta amargura: un forajido se dedica con tierna paciencia a cuidar a su abuela moribunda, a la espera de que llegue su verdugo; un equipo de cineastas parte al desierto buscando el oscuro pasado de una legendaria actriz; un presidiario relata los detalles de su cruel revancha en contra del militar que le arrebató su infancia en una desolada playa de arenas negras.
-¿Cuál es el origen de estos relatos, qué comparten entre sí?
-Estos relatos tienen de alguna forma diversos orígenes, unos más difusos que otros. Por una parte, son textos surgidos de mi interés por la novela negra, los policiales, los films negros. Por otra, fue un libro que deliberadamente va sobre crímenes en zonas rurales o, a lo menos, territorios alejados del centro. Podríamos señalar que me impuse un pie forzado para armar un libro con relatos negros. Comparten, entonces, el fanatismo por un género y una voluntad por insertarlos dentro de un libro que exudara una atmósfera, un ambiente, una neblina. Son textos hermanados por el crimen y la provincia. Sigue leyendo
