Entre 1943 y 1967, la tranquila vida en la pequeña caleta de Quintay cambió con la puesta en operaciones de la planta ballenera de la Compañía Industrial (Indus), un complejo que, durante dos décadas, se convertiría en el acápite final y más importante de la tradición ballenera en Chile. Luego del cese de su actividad, la planta fue desmantelada, pero su característica edificación y sus instalaciones costeras aún permanecen bien conservadas, preservando así parte importante de la historia de esta industria nacional.
Tras una investigación de aproximadamente un año, los autores Carlos Lastarria y Marcela Küpfer presentan el libro “La ballenera de Quintay y otros relatos de la caza de ballenas en Chile”, un bien documentado volumen que recoge la historia de esta industria, considerada en su momento un prodigio del desarrollo en la región.
El libro, que forma parte de la colección Expedientes de editorial Narrativa Punto Aparte, será presentado en el Campus Quintay de la Universidad Andrés Bello, que funciona precisamente en el complejo de edificios que albergó a la ballenera, hoy declarado Monumento Histórico Nacional.
“La historia de la ballenera de Quintay fue relativamente breve (se extendió por poco más de dos décadas), pero dejó una huella profunda en quienes trabajaron y convivieron con ella, configurando lo que podríamos llamar una ‘cultura ballenera’ del siglo XX. Por una parte, se trataba de un emprendimiento industrial nunca visto en esta zona, y que llevaba la actividad ballenera en Chile, de larguísima data, desde los modelos más precarios y artesanales a un completo polo de desarrollo, que incluyó la construcción de una moderna planta para la época, la transformación geográfica de Quintay, la conformación de un campamento de trabajadores que tuvo una dinámica particular (similar a otros campamentos obreros en la historia del país) y la puesta en funcionamiento de una poderosa flota de barcos balleneros, en torno a la cual se generó también una cultura marítima particular. A esto hay que sumarle los movimientos migratorios que trajo la ballenera, con noruegos, japoneses, alemanes, chilotes y porteños conviviendo en torno a la misma actividad, e incluso el impacto que provocó en la literatura chilena, a partir de los relatos de Francisco Coloane y Salvador Reyes”, señala Marcela Küpfer, una de las investigadoras del libro.
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