Crítica de Patricia Espinosa a «Esplendor», en LUN (06.01.2012)
El arte es el tema que le da unidad a este volumen de relatos, abordado ya sea desde la interrogante sobre su sentido, límites o transgresiones, como también por su función en las prácticas de vida cotidianas que convocan habitualmente la odiosidad hacia la figura del artista.
En cada uno de los nueve relatos de Esplendor , de Carlos Henrickson, emerge una reflexión filosófico-estética que moviliza un desgarro y un sutil sentido burlesco; la permanente sobriedad discursiva se ve matizada con un tono negro imperturbable, a lo que se suma la presencia continua de la desconfianza ante lo acontecido y una actitud discrepante entre los personajes. Surgen así seres estrambóticos o enloquecidos que dan rienda suelta a su obsesión por el arte y que, por lo mismo, ponen en riesgo su vida.
El tema del autoexilio es constante en este libro, por lo general de pintores que deciden retirarse a pueblos lejanos donde suelen despertar rechazo. Ser artista se vuelve una marca que determina odiosidad y sospecha. Así ocurre en “Dulce edén”, donde un par de amigos intenta encontrar a un pintor instalado en un pueblo, en el que, según los lugareños, viven solo locos; o en “Esplendor”, un texto policial sobre un pintor que se radica en una localidad ostentando con violencia la creación de una obra que romperá con todo lo establecido; o en “Aprendizaje”, la búsqueda fracasada del mito, materializada en un grupo de muchachos que va al encuentro de un pintor prestigioso retirado en un lejano poblado, viaje que tendrá como resultado el hecho de ser testigo de la degradación del artista y el fracaso de los visitantes que esperaban acceder al mito.
Finalmente, cabe destacar “Versammlungstag”, el punto más alto del volumen; un texto sobre el tópico de las familias y sus relaciones cotidianas tormentosas. La tensión de cada miembro del clan frente a una particular celebración al abuelo, un alemán que lleva veinte años en Chile, genera un relato siempre al límite, donde la nieta que tocará el violín en la ceremonia se convertirá en el detonante de una atroz puesta en escena.
Aun cuando la figura del artista suele ser presentada de manera decadente, surge como contrapunto su irrenunciable pasión por el arte, sustentada en una suerte de teoría donde el artista vale más por su obsesión que por el valor estético de su obra. Así, la mediocridad, el fracaso y el delirio son los rasgos principales al momento de representar a estos personajes condenados a la soledad o la muerte, aunque siempre fieles a proyectos artísticos en los que la innovación u originalidad es prioritaria.
Por medio de una escritura sugestiva y compacta, Esplendor logra dar cuenta del lugar marginal que ocupan el arte y el artista en la sociedad del consumo. Henrickson trabaja con la idea simple pero efectiva de que el mundo conspira contra el artista, aunque ese intento de exterminio todavía deja un pequeño lugar para la sobrevivencia de la obra.
Esplendor | Carlos Henrickson | Valparaíso, Narrativa Punto Aparte 2011, 121 páginas.