Por Patricia Espinosa. Publicado en LUN, 05.12.2014
La ciudad de los hoteles vacíos, primer libro de Gonzalo Baeza, es un conjunto de catorce relatos cuyos personajes transitan por ciudades y poblados del Medio Oeste estadounidense buscando trabajo y recalando en hoteles y bares de mala muerte, cines porno, comederos baratos, granjas en decadencia, periódicos amarillistas. Mediante una prosa áspera, nudosa y compacta, surge un mismo protagonista, un tipo sin lugar, arisco, ensimismado, en permanente deriva por un territorio representado como un corredor o laberinto sin salida, donde solo le queda concentrase en pasar el día. La escritura de Baeza confronta el desarraigo, la falta de expectativas y una aparente resignación con un desprecio larvado, una odiosidad contenida y desafiante para enfrentarse a los extraños. El autor otorga, además, gran relevancia al contexto en que transcurren sus historias, una zona semirrural, semiindustrial, en el centro de Estados Unidos, con un pasado económico glorioso, hoy en baja, pero que aún ofrece trabajos temporales a una enorme masa de individuos anómalos para el sistema. Es la anomalía de los sujetos, su desviación, el ámbito que mejor cubren estos relatos seguros, directos, sin desbordes emocionales: personajes contenidos, con aguante, pero que de improviso pueden desprenderse de todo aquello que imponga seguridad y dejarlo todo para comenzar de nuevo. El autor privilegia un realismo enrarecido, orientado a capturar los gestos de los personajes, sus cuerpos, sus sensaciones, el espacio en que habitan y, por sobre todo, a la construcción de perfiles. Con apenas unas cuantas frases, surgen caracteres profundos, intimidades torturadas y tensionadas ante el fracaso, dando lugar a una particular tipología, la del trabajador migrante, lejano, austero en sus discursividad, indócil, meditabundo, obcecado en mantener su independencia. En el último relato de los catorce que contiene el volumen, el narrador señala: “No sé qué esperaba encontrar cuando huí de Chile, pero me encontré con este mundo de maizales interminables donde cada noche se instala una quietud rígida y el frío invernal te embrutece. Un país de gente viviendo a la sombra de fábricas abandonadas en un mar de maleza, acereras, papeleras, plantas automotrices y todos esos edificios desocupados hace apenas unas décadas, pero que hoy parecen construcciones de una civilización perdida”. Más allá de la marca de nacionalidad, resulta importante en este segmento la idea de huida del origen y la constatación de un presente desafortunado, donde resalta una realidad casi postapocalíptica que lo va consumiendo todo. El desencanto por ambos lugares, Chile y el Medio Oeste, y la necesidad de sobrevivir constituyen las únicas banderas de lucha que le quedan a este personaje que acumula derrotas, que se desgasta, que se destruye poco a poco. La ciudad de los hoteles vacíos es un libro cuidado en su escritura y exacto en su propuesta sobre la desolación, que consigue instalar dos importantes reflexiones: la inexistencia del mito referido al planeta yanqui y el concepto de un orden global donde el individuo no es más que mano de obra barata que, pese a todo, no ceja en mirar al mundo desde un memorable resentimiento que pareciera esperar el momento perfecto para atacar.