Por Benjamín Escobar. Ponencia realizada para el coloquio de ciencia ficción realizado en la PUC, acerca de los libros «Se vende humo», de Joaquín Escobar; «Motel ciudad negra», de Cristóbal Gaete; y «Ricardo Nixon School», de Cristian Geisse Navarro.
Las formas de representación actuales de la literatura fantástica chilena se encuentran atravesadas por dos segmentariedades: una molecular, que cuenta la historia de hombres comunes que dentro del espacio cotidiano se encuentran ante lo inexplicable. Y otra molar, que se relaciona con las condiciones de producción que fabrica el actual relato neoliberal, en consonancia directa con el proyecto del “empresario de sí mismo”. Si se distinguen estas segmentariedades entre sí es porque no tienen los mismos términos, ni las mismas relaciones, ni la misma naturaleza. Y si son inseparables es porque coexisten, pasan la una a la otra. Parafreseando a Deleuze y Guatari, todo es política pero toda política es a la vez macropolítica y micropolítica.
Me gustaría partir observando las condiciones de producción macropolíticas en que se desarrollan las formas de articulación de la fantástica chilena. Es Santiago Castro Gómez en “empresario de sí mismo”, quien leyendo las últimas conferencias de Foucault, propone que la implementación del neoliberalismo, conlleva una racionalidad política que no solo abarca el gobierno de la vida económica, sino también el gobierno de la vida social e individual. Estamos frente a un modelo que ya no apunta a la autorregulación del mercado ni hacia la planificación del estado, sino hacia una intervención indirecta que permite crear unas condiciones formales para el juego entre individuos que se suponen “libres”. ¿Cómo afecta esto al nivel micropolítico? Afecta en el sentido en que nos encontramos frente a un sujeto que se comporta como una máquina empresarial, por eso todas las acciones de este sujeto son vistas como inversiones en busca del aumento de su propio capital. ¿ Cómo se refleja esto en la cotidianidad que construye la fantástica chilena? En que estos personajes se ven confrontados por el modelo de gobierno de la vida íntima, donde se buscan estrategias económicas orientadas a la optimización de sí mismo como máquinas productoras de capital.
Ya instalada un tipo de segmentariedad macropolítica que acompaña el contexto de estas narraciones, indago en la forma fantástica en que se quiebra el mundo racional del nivel micropolítico. Para ello tomo la noción de Realismo delirante de Alberto Laiseca, la cual es retratada de esta forma por el mismo creador del concepto:
“A mi siempre me intereso mucho la realidad, yo no uso paradojas como Wilde, pero si uso el delirio. No el patológico porque no me interesa, sino el delirio creador que sirve también como paradoja para ver la realidad en la cuerda floja. El delirio exagera, magnifica o achica, reduce o hace las cosas enormes, la literatura se transforma en micrioscopios o en grandes telescopios. El delirio con sus distorsiones, no aleja de la realidad, sirve para verla mejor, y ese es mi método el del realismo delirante”.
En ese sentido, Laiseca tiene una intención predominante por tratar la realidad y el efecto delirante que se pueda agregar en esta representación, por lo cual este efecto le permite poner la realidad en problematización y tensionar los temas más relevantes que atraviesan las segmentariedades antes mencionadas.
Caso 1: El efecto del delirio en la castigada cotidianidad de la educación subvencionada
Ricardo Nixón School (2016) de Cristián Geisse Navarro es un testimonio en primera persona, que tiene como protagonista a Arturo Navarro, un frustrado alumno de Magíster literario que no logra integrarse al mundo académico, por lo cual comienza a ganarse la vida realizando clases en un particular colegio de Viña del Mar:
“Yo no había estudiado para profesor. Hice una licenciatura en Letras, pensando siempre que iba a terminar haciendo otra cosa. La verdad es que ni siquiera me había puesto a pensar que algún día tendría que ganarme la vida sudando, sino más bien recogiendo los frutos de mi supuesta genialidad” (11).
En esta nueva etapa laboral su inversión individual de capital se ve deteriorada por una trabajo de profesor que lo colapsa, lo lleno de dudas y defectos, transformándolo en un antihéroe dentro de los imaginarios habitables en la sociedad.
Dentro de esta narración se reconoce un interés por plantear un orden reconocido previo a que se produzca lo inesperado. En este caso se desarrolla en el colegio Ricardo Nixon School, el cual es parte de las empresas educativas que se transforman en negocios rentables para cualquiera que tuviera un capital inicial. En este espacio de cotidianeidad destacan las descripciones de lo que el narrador llama “la fauna escolar”:
“Había uno con los pelos parados para todos lados, la cara llena de espinillas y una chaqueta de esas con puntas de fierros. Pero eso no era lo más cuático: el muchacho usaba unos lentes de contacto blancos, tipo Marilyn Manson” (24)
En esta primera parte de la narración se nos detalla la intimidad de la sala de clases bajo la mirada de un profesor, que no tiene ni la vocación ni la metodología disciplinaria de la pedagogía, sin embargo, entiende que este rentable negocio es una fabrica de sujetos en desventaja social, productos desechables para servir como mano de obra barata dentro de la producción de capital.
El realismo delirante dentro de la narración se produce cuando en un día de clases cualquiera aparece un acontecimiento imposible de explicar bajo las leyes del mundo racional. Esta es la llegada del alumno Terri, un perro con chaqueta de mezclilla que se presenta en la sala de clases para recibir una educación institucional:
“Miré directo hacia la esquina del fondo, donde estaba esa mancha difusa y turbia. Sentí un olor fuerte sacudiéndome la nariz. Y lo vi. Me dieron ganas de restregarme los ojos ¿Era lo que yo creía? ¿No estaría delirando? Era imposible, incluso en un colegio semejante. Allá, a lo lejos, sin que yo pudiera convencerme del todo, se veía un perro de pelo gris grasoso, vestido con una chaqueta de mezclilla, mal sentado en la silla” (54).
En la explicación realizada sobre esta alteración de la realidad, el protagonista entiende que esta situación no debe estar pasando y es posible que sea una broma del alumnado. Mientras que el resto de los integrantes de la comunidad escolar no comprenden la conducta delirante del profesor, y le piden respeto frente a la pluralidad de alumnos que integran el colegio.
La aparición de Terri abre el espacio de lo fantástico, aparece el misterio, lo inexplicable, lo inadmisible, que se introduce en la vida real abriendo fisuras o forados en la lógica del mundo que establece el protagonista. Por lo tanto, es una narración que describe una realidad con una honestidad brutal y sucia, y que pone a través de las trampas de la ficción, una mirada microscópica sobre los establecimientos educacionales administrados por la transición, donde la figura del quiltro representa a toda una generación de desamparados dentro del proyecto del “empresario de sí mismo”.
Caso 2: Enrabiados anti sistémicos que abren delirantemente el mundo racional
El libro de cuentos “Se vende humo” (2016) editado por Narrativa punto aparte, mezcla una diversidad de relatos que deambulan entre la masculinidad, el fútbol, la literatura, la política y una fuerte crítica a los discursos institucionales:
“Es absurdo creer que alguna práctica actual se encuentra fuera del sistema, incluso la literatura está inmersa en él. Los escritores escriben en torno a pautas mercantiles, es decir, responden a temáticas que quieren ser leídas” (37)
Dentro de la diversidad de relatos, el cuento elegido para analizar es “A la uruguaya”, donde se produce de manera particular El realismo delirante, que en este caso permite poner bajo problematización los consensos políticos del mundo cultural y académico.
El título del relato (“A la uruguaya”) nos lleva inmediatamente a la historia del fútbol latinoamericano, donde se asocia esta forma de jugar al equipo que “cuchillo entre los dientes” defiende un resultado ante una adversario que tiene características épicas. En definitiva eso es lo que cree realizar el protagonista, un melancólico profesor universitario que se aferra a sus ideales sesenteros para criticar la discursiva actual del mundo académico. Según este se han dejado atrás las verdaderas consignas políticas que tenían al pueblo como protagonista de la novela histórica, para dar paso, a una lucha fragmentada que se ampara en los microrelatos de minorías desplazadas:
“Parece que está asistiendo a muchas clases con la profesora Perazza, señorita Morán, ese es el típico comentario reduccionista y superficial con respecto al fútbol que levanta groseramente gran parte de la academia. De esa gente que piensa que después de Judith Butler no hay nada y que simplistamente sostiene que es un juego entre millonarios” (36).
Asimismo, este profesor universitario produce una burla constante al proyecto de la inversión de capital individual que se optimiza a través de la vida íntima, por lo cual lo observamos en las mañanas desayunando en el Burguer King y burlándose de los sujetos fitness que se dedican a trotar por los parques de la ciudad.
El orden de la cotidianidad se desarrolla en esta narración en una vida que no tiene mayores sobresaltos, la ida a su trabajo y la vuelta para su casa. Es por esto que aparecen constantemente escenas íntimas, como la relación que tienen los familiares que integran el hogar: “El baño de su casa expelía olor putrefacto Su mamá lo puteaba siempre por eso: “Qué asco, culiao”. “Es para ahorrar agua, mamá”. Termina luego la carrera, ahí vas a estar verdaderamente ahorrando” (39). En este sentido, gran parte de la narración es utilizada para situarnos en el día a día de un sujeto común, que construye un perverso giro afectivo dentro de su cotidianidad.
El realismo delirante se produce cuando se interrumpe la manera lineal en que estaba siendo contada la vida diaria. El profesor entra en el delirio cuando su gato muere entre sus brazos y es invitado a una fiesta organizada por los alumnos. A medianoche llega a la casa, que se presenta como un espacio donde lo horrible y lo macabro tienen lugar en el mundo natural. Después de un rato en la fiesta y encontrarse con espectros que le ofrecen fumar sus angustias en papelillos de marihuana, abre el refrigerador para comenzar con el delirio:
“Adentro se multiplicaban las cabezas de gato congeladas. Las había naranjas, negras, plomas. Revolvió buscando la de Gary, pero aún no estaba allí” (51).
En ese sentido, el profesor no intenta darle una explicación racional de lo que está sucediendo, sino que se deja hechizar por un mundo que se metamorfosea y se corrompe con elementos sobrenaturales, los cuales tienen como base fundamental los miedos más íntimos que construyen el mundo emocional del protagonista.
Caso 3: El delirio por medio de un espacio periférico que abre la perspectiva racional de la gran ciudad.
Motel Ciudad Negra (2014) de Cristóbal Gaete es una narración de 44 páginas editada por Hebra, que se caracteriza por el deseo de contar sin ninguna pausa. Una especie de corriente de la conciencia donde los momentos se juntan y estallan de manera rizomática. No existe una organización de elementos lineales de subordinación jerárquica para establecer un pacto narratológico, sino que aparecen brotes de elementos fantásticos que inciden en lo que nos cuenta “el observador”.
En lo que respecta a la materialidad del libro, cabe destacar que se caracteriza por los elementos residuales que lo componen (cartón, pegamento e hilo), y además, por la ilustración que se encuentra en la tapa del libro, la cual hace recordar a los juegos de contraste con que se retrata Sin city de Frank Miller. A mi parecer no es la única coincidencia que tiene con la historieta, pues ambas trabajan con “ciudades del pecado” donde impera una lógica que no es propia del disciplinamiento moral.
Ahora bien, con respecto a la relación de esta novela con la literatura fantástica podríamos decir que no se posiciona de manera tan clara en las características asignadas a este género, más otras interpretaciones podrían llevarla hasta el plano distópico de la ciencia ficción, ya que se presenta el tránsito de matones, prostitutas, asesinos sueldos y observadores, por un espacio que tiene vida propia, que se arma y se desarma, una ciudad que se transforma en un motel o un motel que se trasforma en una ciudad.
La lectura que se propongo es que Motel ciudad negra pertenece al relato delirante porque presenta un territorio que no es otro que el ya conocido por sus protagonistas, puesto que es su propio mundo el que se corrompe a través de la mezcla del delirio con lo prohibido. En ese sentido, a diferencias de las otras narraciones antes mencionadas, lo fantástico no se produce por un elemento particular que quiebra con una trama lineal, sino que se presenta porque este espacio de los márgenes desarticula el pulso cotidiano de la gran ciudad, alejando a los ciudadanos del sentido racional generado en la producción del capital individual.
Una primera característica que se observa de este lugar es la descripción que realiza “el observador” de los espacios precarios que conforman el motel, los cuales se caracterizan principalmente por su distanciamiento con la ciudad mercantilizada de los aeropuertos, los shoppings, las autopistas y en las universidades :
“Se cortó los párpados para registrarlo todo. El guitarrista los deja caer al suelo, pero en estas calles no crecerá ninguna flor de la contemplación. No crecerá tampoco en paredes descascaradas, ni en maderas o baldosas; ni en habitaciones precarias atravesadas por el viento que escalofría los cuerpos atenazados” (22).
En otras palabras, estamos frente a un espacio que en su materialidad tiene el aspecto de lo degastado, de lo que no se renueva, de lo que en su proceso sobrenatural se resiste a ser parte de una estética neoliberal.
Una segunda característica es que “el observador” se encuentra en un tránsito constante, puesto que no acepta la forma estática de la cotidianidad de los hombres grises de la ciudad, pues deambula de manera errante por este espacio, dejándose dominar por el delirio que lo arrastra febril a lo largo de habitaciones que vislumbran figuras espectrales:
“Detrás de cada una de las puertas ve a Mona con otro hombre, en distintas posiciones, cada una más intensa que la anterior” (Gaete 11).
No existe sorpresa ni se busca una explicación racional para entender el desdoblamiento de personajes y el sexo entre espectros, ya que bajo su comprensión esta es la realidad y las leyes que se produce bajo el encierro del motel.
Un último elemento que me gustaría analizar es el espacio de la azotea del motel, donde se produce un panóptico, que les permite a los visitantes observar el pulso de la gran ciudad: “A veces escalo hasta el techo del edificio más alto para ver qué es lo que pierdo, pero es pura gente gris, caminando o conduciendo apurados; vistiendo trajes y uniformes” (Gaete 13). En esta azotea se produce el contraste entre el pulso cotidiano de la urbe industrial y el espacio fantástico que refugia a los sujetos que no se interesan por la inversión de capital individual, puesto que El realismo delirante implementado en el motel cumple con la dinámica perfecta de la inacción general del cuerpo, que impide productividad más allá de la sexual.
En conclusión
Haciendo un resumen de lo planteado a lo largo de esta ponencia, podemos decir que se buscó hacer una revisión de las formas de articulación de la literatura fantástica chilena en el actual relato neoliberal. En un comienzo se analizaron las circunstancias materiales que entrega el nivel macropolítico, para entender los nuevos criterios que se utilizan para trastocar el mundo racional. Posteriormente se entendió que el descentramiento natural del mundo micropolítico es problematizado por la conceptualización de Realismo delirante planteada por Alberto Laiseca, esto quiere decir un tipo de literatura fantástica que en el delirio nunca escapa completamente de la realidad. En un primer caso, se analizó la propuesta Ricardo Nixon School (2016) de Cristián Geisse Navarro, en la cual se produce el efecto del delirio en la castigada cotidianidad de la educación subvencionada chilena. En un segundo caso, se dialogó con el cuento “A la uruguaya” del libro Se vende humo (2017) de Joaquín Escobar, en donde enrabiados anti sistémicos abren oníricamente sus cotidianidades con delirios que los llevan a tensionar los márgenes del mundo racional. Por último, se revisó la narración Motel ciudad negra (2014) de Cristóbal Gaete, en la cual se presenta el delirio a través de un espacio periférico de la ciudad donde las calles son laberintos oscuros y los edificios panópticos que permiten observar esta apocalíptica espacialidad.
*Lee aquí un extracto del libro «Se vende humo»: La 3 de Manuel Rojas