Por Joaquín Escobar*
Publicado en «El policlínico de los libros», La Estrella de Valparaíso, 10.01.2018
Un chileno redacta cartas desde Buenos Aires a un destinatario -tal vez imaginario- que nunca es capaz de responderle. Le narra su cotidianidad como consumidor de supermercados chinos, los trayectos por una ciudad que le resulta ajena y los encuentros sexuales con una mujer a la que denomina “la loca del barrio”. Las misivas se multiplican y las contestaciones no llegan. De esto se trata “Manual para tartamudos”, el último libro de Gonzalo León, publicado por Narrativa Punto Aparte.
Ilustrado en su portada con el acrílico “Sorpresa en la calle”, del chileno Jorge Carrillo, el libro se posiciona como un escrito novedoso y arriesgado, que huye de la literatura de los niños durante la dictadura que se ha apropiado de las plumas de los escritores chilenos en los últimos años.
Las cartas enviadas están narradas con delirio y exageración. Son monólogos obsesivos que intentan dar cuenta de estados anímicos, construcciones urbanas y figuras imaginarias. El narrador se pasa tardes completas observando los inexistentes libros que supuestamente están ordenados en su biblioteca, mientras que en sus paseos por las inmediaciones del Congreso se encuentra con una manifestación de sordos que exigen libertad.
La figura de lo delirante es el esqueleto de cada una de las misivas, y si bien es cierto que un texto donde abunden los desvaríos puede resultar intragable por las alucinaciones mismas, “Manual para tartamudos” funciona como un epistolario autobiográfico en donde no existe un abuso de lo febril, pues todo se enmarca en el contexto de un personaje que habita una incesante búsqueda interior vinculada a una acción que realizó en el pasado.
El sexo es otro punto relevante que atraviesa cada una de las cartas. En la lectura de las misivas podemos entrever una comunicación libidinosa desde el emisor hacia el receptor. La misma que se da abiertamente con la hermana del destinatario, a la cual -además de tatuarse su nombre en el pecho- estará esperando en Argentina entre dildos y condones.
Todo este grupo de cartas termina en las manos de un tatuador paraguayo que fue vecino y amigo del remitente, quien intercala, mediante breves narraciones o “cruces”, sus experiencias con el chileno.
El tatuador también narra sus conversaciones con un sacerdote que fue confinado a un selvático pueblo del Paraguay. Un cura que, pese a ser un personaje secundario, tiene una importancia directa en la salvación de este cúmulo de escritos.
“Manual para tartamudos” presenta una estructura dentro de la cual conviven un proyecto de tesis, unas notificaciones burocráticas del correo argentino, un índice fuera del tiempo y un contrato notarial de cesión de derechos, es decir, estamos ante un libro híbrido carente de cualquier tipo de calificación, que además de carcajadas estruendosas, nos adentra en un terreno poco explorado por la literatura chilena actual.