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«Mar»: lee aquí un extracto de la novela «Isla Podestá», de Juan José Podestá

Me demoré meses en decidirme. Me paseaba por la pieza como malo de la cabeza. A ratos me daba pánico pensar que, siendo manco, sería imposible empezar una búsqueda. Y me ponía a llorar. Fueron meses bien angustiantes. Gracias por el agua, está heladita. En algún momento no salía de la pieza porque pensaba que, si lo hacía, tomaría el bus al pueblo y empezaría al fin con las investigaciones. Entonces no salía y me quedaba dando vueltas en círculos por la pieza, escuchando una radio de esas que llaman del recuerdo. Miraba por la ventana de la habitación, a la que le decía mazmorra, y observaba la cordillera pensando en qué lugar estará mi hermana, dónde chucha estará. ¿La habrán matado en esa isla? ¿Se habrá escapado para desaparecer? No sé. Supe de personas que escaparon de Podestá, pero todos salían locos, mutilados. Alguna vez me buscó un tipo al que le decían “Pájaro” Artaya y me dejó nocaut. Me contó cosas horripilantes. Dijo que mi hermana se había enamorado de un capitán, pero después no supo qué pasó con ella. El tal “Pájaro” murió, lo estaban siguiendo, me dijo, eso me contó, que lo seguían. Yo pensé que estaba loco, y de hecho lo estaba, pero ahora sé que muchas cosas de las que contó eran ciertas, o eso quiero creer. Muchas cosas, qué sé yo, que la Isla Podestá había sido un campo de tortura terrible, el más terrible del país, y prácticamente todos los que llegaron allí fueron masacrados, no torturados, masacrados, y asesinados de la peor forma posible. Algunos pocos escaparon, pero desaparecieron, se convirtieron en espectros que deambulaban o aún deambulan por la ciudad. Espejismos, eso me dijo, esa palabra usó, porque no eran ya humanos, no tenían nombres, ni edad, ni familia ni amigos. Eran fantasmas por las calles. Y quizás eso le había pasado a mi hermana, se convirtió en un fantasma, en un espectro que ya nadie reconocía.

Lee aquí el capítulo «Mar», de «Isla Podestá», la más reciente novela del escritor iquiqueño Juan José Podestá

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Formas de representación de lo fantástica en narraciones contemporáneas: el realismo delirante en Escobar, Geisse-Navaro y Gaete

Por Benjamín Escobar. Ponencia realizada para el coloquio de ciencia ficción realizado en la PUC, acerca de los libros «Se vende humo», de Joaquín Escobar; «Motel ciudad negra», de Cristóbal Gaete; y «Ricardo Nixon School», de Cristian Geisse Navarro.

 

portada se vende humoLas formas de representación actuales de la literatura fantástica chilena se encuentran atravesadas por dos segmentariedades: una molecular, que cuenta la historia de hombres comunes que dentro del espacio cotidiano se encuentran ante lo inexplicable. Y otra molar, que se relaciona con las condiciones de producción que fabrica el actual relato neoliberal, en consonancia directa con el proyecto del “empresario de sí mismo”. Si se distinguen estas segmentariedades entre sí es porque no tienen los mismos términos, ni las mismas relaciones, ni la misma naturaleza. Y si son inseparables es porque coexisten, pasan la una a la otra. Parafreseando a Deleuze y Guatari, todo es política pero toda política es a la vez macropolítica y micropolítica.

Me gustaría partir observando las condiciones de producción macropolíticas en que se desarrollan las formas de articulación de la fantástica chilena. Es Santiago Castro Gómez en “empresario de sí mismo”, quien leyendo las últimas conferencias de Foucault, propone que la implementación del neoliberalismo, conlleva una racionalidad política que no solo abarca el gobierno de la vida económica, sino también el gobierno de la vida social e individual. Estamos frente a un modelo que ya no apunta a la autorregulación del mercado ni hacia la planificación del estado, sino hacia una intervención indirecta que permite crear unas condiciones formales para el juego entre individuos que se suponen “libres”. ¿Cómo afecta esto al nivel micropolítico? Afecta en el sentido en que nos encontramos frente a un sujeto que se comporta como una máquina empresarial, por eso todas las acciones de este sujeto son vistas como inversiones en busca del aumento de su propio capital. ¿ Cómo se refleja esto en la cotidianidad que construye la fantástica chilena? En que estos personajes se ven confrontados por el modelo de gobierno de la vida íntima, donde se buscan estrategias económicas orientadas a la optimización de sí mismo como máquinas productoras de capital. Sigue leyendo

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«La 3 de Manuel Rojas»: lee aquí un extracto de «Se vende humo», de Joaquín Escobar

Dos ladrones de camisetas de fútbol, un marxista irredento, un comisario adicto a las novelas de Celine, un improvisado ejército de guerrilleros rojianos y un mítico partido de fútbol entre escritores chilenos y argentinos en la cancha de Banfield: lee aquí La 3 de Manuel Rojas , uno de los relatos del libro «Se vende humo», de Joaquín Escobar, publicado por Narrativa Punto Aparte.

 

portada se vende humo

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Gonzalo León: “La narrativa chilena se mueve en esa tradición del borrón y cuenta nueva”

Por Aldo Berríos. Publicado en SoyPensante

foto-francisca-garcia-linea-del-trenGonzalo León es un escritor de la vieja escuela, de esos que ya no se ven tan a menudo en las librerías. Sus ideas fluyen como torpedos, otras veces como una suave brisa que muchos agradecemos. Se nota que es un tipo sin pelos en la lengua. Escribe columnas basadas en autores clásicos como Proust y otros tan contemporáneos como Diego Zúñiga (Camanchaca), tiene un taller de narrativa y maneja el circo literario con una habilidad notable. Muy pronto lanzará una novela epistolar llamada “Manual para tartamudos” a través de la Editorial Narrativa Punto Aparte, la cual será presentada el día 18 de noviembre en Valparaíso (Librería Metales Pesados) y el 24 de noviembre en Santiago (Librería Ulises, Barrio Lastarria).

Jugando con el idioma y la traducción del pensamiento

Leer con contexto es una de sus tantas preocupaciones, descubrir obras e ideas siguiendo patrones críticos. Le gusta hablar del contenido y trasfondo de un proyecto. Esta inquietud en Gonzalo es bastante llamativa, prueba fehaciente de su inteligencia emocional, de un aforo innato para extrapolar la escritura y aplicarla a otras causas justas.

—Recuerdo que en una de tus columnas abordaste el tema de la traducción desde un punto de vista más eficaz, destilándola a través de un ensayo en donde se mencionaba que “empezó siendo algo de príncipes y sabios, pero luego estuvo vinculada con la religión, aunque siempre hubo textos imposibles de traducir, básicamente porque se les consideraba sagrados”. ¿Cuáles son tus impresiones como escritor al ver un mismo texto en dos idiomas?
—Yo lo que hago es citar El fantasma en el libro, un libro del escritor y traductor español Javier Calvo, al que tuve acceso gracias al mismo autor, ya que no se encuentra aún en Argentina y parece que derechamente no llegará a editarse allá. Calvo traza una historia de la traducción y los grandes cambios que ha sufrido: desde los primeros grandes traductores, como Cicerón y San jerónimo, que se atrevieron a traducir textos que eran considerados “sagrados”: la filosofía griega en el caso de Cicerón y la Biblia en el caso del santo. Pero además Calvo dialoga con Música prosaica, ese ensayo sobre la traducción que hizo Marcelo Cohen. Basándome en Cohen, opinión que también comparte Calvo, podría fijar mi opinión sobre la traducción, y es que hay muchos escritores, sobre todo chilenos, que están escribiendo un español internacional, textos que no ofrecen ninguna resistencia para ser traducidos, textos que por decirlo se “ofrecen” al traductor en el sentido mercantil y erótico del término. No hablo de ausencia de coloquialismo, sino de frases estructuradas de un modo simple y de temas que no ofrecen ninguna singularidad (nada menos singular que hablar de las dictaduras en nuestro continente). Que un texto se resista a ser traducido puede ser interpretado políticamente como un texto que no está de acuerdo con la globalización. Eso no implica que para ofrecer resistencia haya que escribir textos nacionalistas, plagados de coloquialismos, es algo que está en la sintaxis pero también en incorporar giros argentinos, peruanos, chilenos, mexicanos. Creo que cuando escribimos no solemos pensar en esto: en qué consiste la traducción y qué está en juego; habitualmente se piensa que es poco menos que un elogio o un premio que haya alguien en otro país, lejano más encima, de primer mundo, interesado en entenderte. Yo no comparto esta creencia. Me acuerdo cuando estaban traduciendo a Pedro Lemebel; yo era vecino de él en el barrio Bellavista y solíamos vernos y saludarnos y a veces charlar unos minutos: una vez se quejó de una traducción al inglés que le estaban haciendo a un libro suyo, porque estaba perdiendo toda su gracia o el valor literario que encontraba que tenía para Lemebel, y eso que Pedro no sabía inglés, pero sabía escribir y conocía su lengua y su escritura. Muy pocos escritores chilenos se quejarían como lo hizo él hace quince años. La traducción opera con lógicas de mercado: por qué traducir un texto y no otro. Algunas veces el traductor le propone al editor y para convencerlo tiene que argumentar algo más que su valor literario, y ese más allá está en las lógicas de mercado: Se va a vender. El auge de la traducción a principios de los 80 en España se debió a que las editoriales fomentaron soluciones fáciles y que tomaban menos tiempo; a grandes rasgos consistió en eliminar las frases subordinadas, los subjuntivos, y adoptar como convención el español del doblaje de películas, que era un español que además nadie hablaba en España. Muchos textos se tradujeron así, y hoy muchos escritores escriben así. Los ensayos de Cohen y de Calvo son muy buenos para pensar la traducción desde y hacia la escritura. Sigue leyendo

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«Zorro»: lee aquí un extracto de «La ciudad de los hoteles vacíos», de Gonzalo Baeza

portada hoteles vacios 1«Durante esa primavera me llamé Max García, nombre que elegí para que los gringos no tuvieran problemas al pronunciarlo. Me llamé Max y mi número de seguro social terminaba en ‘9795’. Mi licencia de conducir expiraba en 2017 y cada vez que alguien me llamaba ‘Max’ sentía alivio y al mismo tiempo ansiedad en el caso que me pidiera demostrarlo».

Un inmigrante ha llegado a esconderse en un pueblo perdido de West Virginia. Allí sobrevive, trabaja y mata el tiempo conversando con Arthur, el dueño del campo, aficionado al moonshine. La inesperada muerte de unas gallinas conmina a Max a bajar la guardia y a sostener un reencuentro forzoso con su pasado. «Zorro» es uno de los relatos que forman parte de «La ciudad de los hoteles vacíos», del autor chileno avecindado en Estados Unidos, Gonzalo Baeza. El libro es un conjunto de relatos que aborda la vida de inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos, lejos de cualquier estereotipo o sentimentalismo. En los cuentos de Gonzalo Baeza no hay realismo mágico ni figuras icónicas, sino extranjeros anónimos que han ingresado en el tejido más profundo de una Norteamérica donde los sueños se han desgastado y sólo queda sobrevivir.

Lee aquí «Zorro«, un extracto de «La ciudad de los hoteles vacíos», de Gonzalo Baeza.

 

 

 

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