Daniel Plaza: «Mi interés fundamental era trasladar a la escritura una experiencia humana en el contexto de un viaje»

En su nueva novela “Ruta”, el autor de “Desierto” se sumerge en el relato unipersonal de una travesía rumbo al norte del país. “Uno no viaja para evadirse o salirse de sí, sino que para vernos a nosotros mismos a la luz del otro lugar”, señala.

Un hombre se interna por solitarios caminos rumbo al norte del país. Escribe una bitácora a partir de los detalles que observa en la carretera: una estación de bencina perdida en la amplitud del horizonte, un rebaño de cabras que se cruza en su camino, los pequeños negocios que sobreviven pese a la aridez del paisaje. El sosiego del trayecto contrasta con los álgidos recuerdos de un viaje anterior que van aflorando a medida que se acerca a su destino. Con implacable renuencia, intenta reconstruir las piezas de un pasado extraviado, marcado por la elusiva presencia de una mujer a la que busca, pero que ya no está.

Daniel Plaza, autor de la celebrada novela “Desierto” (Narrativa Punto Aparte, 2018), presenta este mes su nueva creación, “Ruta”, una pieza literaria concisa, sobria y casi minimalista, inspirada en un viaje unipersonal donde los silencios y las ausencias se convierten en verdaderas señales de ruta.

El volumen, publicado por Narrativa Punto Aparte, forma parte de su colección de narrativa contemporánea.

—¿Qué te inspiró para escribir esta novela? ¿Cuáles son las temáticas y motivaciones que tuviste en cuenta?

—La experiencia de un viaje personal, realizado durante el verano del año 2018, fue la inspiración para escribir esta novela. Interesado en volver a recorrer una zona del norte de Chile, que tenía íntimamente guardada en mi memoria, y en tomar registro de los nombres de algunos sitios para una novela en la que intentaba trabajar, emprendí esta aventura durante el mes de febrero de ese año. Pero el viaje me sorprendió. Al adentrarme por aquellos lugares, se abrieron también sensaciones, recuerdos y reflexiones personales que convirtieron el viaje en una experiencia íntima. Aquella situación modificó mi intención original con respecto a la novela en la que trabajaba. Surgiría posteriormente “Ruta”. En cuanto a las motivaciones, definitivamente lo más relevante para mí fue la experiencia del viaje. Es decir, a diferencia de lo que en esta forma de vida consumista en la que estamos inmersos y que promueve el hacer cosas en el viaje porque hay que hacerlas, me interesó y me surgió naturalmente trabajar con la experiencia humana de un viaje. No me importaba la acumulación del dato asociado al “yo estuve ahí”, menos la selfie o cumplir con la rutina del turista. Mi interés fundamental era trasladar a la escritura una experiencia humana en el contexto de un viaje. Creo que esto es lo que debemos pensar hoy. Siempre gravitó en mí, al momento de trabajar la novela, la noción de que uno no viaja para evadirse o salirse de sí, sino que en la medida en que el viaje nos muestra otras cosas, nos emplaza a nosotros mismos, nos obliga a mirarnos, a vernos a nosotros mismos a la luz del otro lugar.

—Al igual que en «Desierto», en «Ruta» exploras un estilo narrativo muy conciso, casi minimalista, con una absoluta economía del lenguaje. ¿A qué se debe esta búsqueda estética?

—No tengo mucha conciencia del porqué de mi escritura en cuanto al estilo. Más bien he tenido que ir reconociendo mi estilo en el ejercicio de la escritura. Puedo, más bien, señalar que siempre tuve presente, mientras trabajaba en la novela, el interés por lograr la intensidad emocional con este que es mi estilo. Desde este punto de vista, me pareció un desafío lograrlo.

—»Ruta» es un relato unipersonal, donde el personaje principal tiene mínimas interacciones con su entorno. ¿Cómo logras sostener el peso dramático de una novela a partir de este solo elemento?

—Este fue un enorme desafío en el trabajo con la novela. Me di cuenta a las pocas páginas que mi mayor desafío era precisamente este, trabajar la intensidad emocional y la intriga en una obra donde en apariencia sucedían pocas cosas. Este no es el relato convencional, creo yo, de un viaje. Aquí los hechos implicados en la narración están implícitos y la experiencia del viajero es lo fundamental. Por lo tanto, a la persona que lee le queda el trabajo de rellenar todo aquello que el narrador explícitamente no declara. Me parece que la intimidad del personaje es aquí lo fundamental y el narrador nos entrega información sobre él de un modo que nos obliga, creo, como lectores/as, a tener que ir completando aquello que, en apariencia, es silenciado.

—¿Qué rol juega  la observación en tu escritura? «Ruta» es un relato lleno de detalles y descripciones desde la perspectiva de un narrador-espectador.

—Es fundamental. Creo que soy humanamente una persona observadora. No puedo evitarlo. Me gusta observar los lugares, las personas, las cosas, todo. Por lo demás, el ejercicio de la observación me provoca. Siempre busco la posición del que observa en mi vida personal. Observar llama a la reflexión. Supongo que esto se ha traspasado a la escritura en este caso. Observar, me parece, es detenerse; lo contrario de lo que el sistema nos impele a hacer. En esta forma de vida contemporánea el movimiento es lo importante, el hacer siempre, hasta un punto en el que la vida es un constante hacer por hacer. Si te detienes aparentemente te mueres, se pierde el sentido. Pero, habría que preguntarse, ¿el sentido de uno o del sistema? Observar es el sentido del sujeto reflexivo y yo creo en el sujeto reflexivo, no en el que sistema me quiere imponer.

—Tu anterior novela, «Desierto», fue muy bien recibida por la crítica y el público. ¿Influye eso en los procesos escriturales de un autor, se siente algún tipo de presión?

—Personalmente, soy muy autoexigente. Eso ya es para mí una presión enorme. Por otro lado, soy bastante inseguro. Me cuesta mucho creer en lo que hago. Debo ser sincero al respecto. Permanentemente, tengo que hacer un ejercicio de aceptación de mi trabajo con mucha paciencia y disciplina. Me preocupa que cada libro que se publique merezca haber sido publicado. Esta, creo, es mi mayor preocupación y presión. Es decir que cada obra mía que se publique tenga en sí misma su dignidad, que merezca por esto circular. Luego, una vez que la novela se suelta, queda el juicio de la crítica y el público y, aunque naturalmente uno siempre quisiera que interese a las demás personas, entiendo y acepto, también yo como lector, que es normal que, dentro del conjunto de la obra de un escritor o escritora, haya títulos que interesen más que otros. Finalmente, un título es sólo una muestra en la trayectoria creativa de un/a escritor/a.

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