Por Jaime Collyer. Publicado en Universidad Finis Terrae
Dos cosas cabe decir de entrada sobre esta novela de Rodrigo Ramos Bañados, autor antofagastino que viene a corroborar con su obra tan secreta y pertinaz esa suerte de “boom” literario que hoy conforman los autores nortinos, una eclosión de talentos novelísticos a la cabeza de la cual marchan Patricio Jara o Diego Zúñiga. La primera cosa es que Namazu casi obtuvo, muy merecidamente, el premio a las mejores obras inéditas del año previo a su publicación –galardón que cedió a Diego Zúñiga, dicho sea de paso– y luego estuvo en la discusión final de otro premio relevante –me consta porque tomé parte en esa nueva discusión como jurado. La segunda es que es una joya de principio a fin, un tour de force insospechado en que se patentizan nuestras abundantes miserias como nación, pero también nuestras reservas –tan escasas, tan vacilantes– de humor negro y de cierta desidia criolla y provinciana que, aun con su indolencia y sarcasmo siempre acechantes, nos permiten a todos sobrevivir en este antro de estulticia a orillas del Pacífico. Le puse color; es contagioso lo de Ramos Bañados.
La historia en sí es desde ya insólita: un tal Hiromu, una suerte de sismólogo japonés de poca monta e improvisado, llega a Tocopilla con un ayudante y documentalista peruano, Kasunoke, también de ancestros nipones, con un propósito desopilante: prevenir a la fauna tocopillana y regional del gran cataclismo que se avecina en cuestión de semanas y cuyas coordenadas exactas han sido establecidas por Hiromu. Tan exacta es su predicción, que la novela se inicia, en una secuencia y despliegue hábilmente concebidos por el autor, con la destrucción y arrasamiento del puerto nortino al inicio de la narración. Sigue leyendo