El problema del arte (y de la vida)*

Texto de presentación de «Esplendor», por Sergio Madrid**.

El autor nos tenía acostumbrados a sus indagaciones profundas en la poesía, así como a una erudición errática que contemplaba la traducción, el aprendizaje de idiomas y el estudio detallado de autores clásicos en sus lenguas originales, y en no menor medida, el estudio del pensamiento. La narrativa, sin embargo, estaba presente y de manera significativa en esta gama de actividades literarias que el autor ha desarrollado, dejando más de una vez sorprendidos a sus ilustrados contertulios. Los méritos del autor no son pocos, y de una manera hoy en día transgresora, cuando se trata de juzgar los métodos existentes para volverse un hombre ilustrado, el autodidactismo, separado del estudio sistemático de las aulas y, sobre todo, alejado de esa «vocación» por hacer carrera. Valga un reconocimiento.

A propósito de los méritos, traigo a colación esos versos tan iterados de Hölderlin, que dicen “lleno de méritos, pero poéticamente habita el hombre sobre la tierra”. Ocupo esta afirmación como primera llave de entrada al libro que nos concita, el cual, sin rodeos, pone al centro del tapete el problema del arte (y de la vida). Habitar poéticamente esa “vida verdadera”, aun cuando la verdad a veces no sea más que una diferencia, una novedad, un esplendor (¿cómo lo llamaban los clásico? Carpe Diem) y, en última instancia, una fatalidad, por cuanto persiste en esa intensidad una pérdida de ese piso seguro que nos entrega nuestra cultura, nuestra civilización, transformando al artista, visto desde la consistencia del “sentido común”, en una suerte de ser delirante que se articula socialmente como el chivo expiatorio de los sueños de la gente común. Por supuesto, la sociedad rescata no la vida, sino la obra del artista, como quien dice, de la vida toma datos de carácter, extrapolados y reincorporados en un relato anecdótico, que sirve de prólogo a una obra objetiva. La circulación de la obra, no obstante, transformada en mercancía, provoca que ella misma se vuelva llana y desaparezca en cuanto tal, es decir, cualitativamente, para disolverse en el coleccionismo, la museografía y la especulación académica. Después de toda esa vuelta, uno se pregunta una vez más por la vida, y el paisaje ha cambiado, como quien dice, la vida ha desaparecido (la vida poética, por supuesto, el esplendor). La imagen de la desaparición de la viuda, por una parte, y de la obra de arte, por otra, no es ajena a estos cuentos que, a veces arguyendo un cierto velo de misterio, incorporan esa pulsión liberadora de la vida poética como inversión de la vida y de la existencia de la obra de arte. El lector lo podrá observar con toda claridad en “Dulce Edén” y en “Un acto digno”, respectivamente. El cruce de ambas desapariciones, con toda claridad, en “Bobby y las apariciones”.

La vida poética, formulada como Carpe Diem, y aquí introduzco una segunda llave, tiene en la tradición distintas maneras de ser abordada. En todo caso, es muy emanada la frase de Fausto ante la aparición de Helena: “Detente un instante, eres tan bella”. Incorporo esta cita con el fin de mencionar un ingrediente aparentemente ausente en estos cuentos, ausencia que me parece problematizante y significativa. La intensidad de la vida poética (capturar el día), parece ir de la mano con la imagen del amor. Parece ser que el encuentro amoroso es la panmetáfora de la plenitud de la vida. La actividad amorosa como “migeís”, es decir, como el acto mismos de procreación, a la manera platónica, se nos presenta como la metáfora de la producción artística (poiesis), donde el encuentro con la belleza no tiene como fin el placer, son el placer de la producción (hijo). No se trata de una acción puramente contemplativa, sino de una producción de realidad. El encuentro de Fausto con Helena deviene, así visto, esa “poiesis” en la vida. Rimbaud nos diría: “Hay que cambiar la vida”. Etcétera. El amor, llamémoslo así, ese viejo compañero de la intensidad de la vida poética, es casi imposible de ser rastreado en estos cuentos. Si digo “casi”, se debe tan sólo a que lo hallamos en forma de muerte, es decir, por negación (como se puede observar en el primer cuento “Gabriel y la felicidad” y en “Tania”). Signo, a mi parecer, de un mundo escindido posmoderno. He aquí un problema que impide una resolución del arte en la vida, impide asimismo una relación natural del sujeto con los sujetos (como decía Marx, “la relación del hombre y la mujer es la relación más natural del ser humano con el ser humano”). Yo afirmaría lo siguiente: la imagen del “desamor” corresponde a un mundo escindido moderno, donde el sujeto produce una realidad que no corresponde finalmente a su deseo; en cambio, la ausencia de amor y desamor, es la imagen de un mundo escindido posmoderno, donde el sujeto, impedido de producir una realidad, sólo puede hallar la intensidad de la vida, ese esplendor, en la pura autorepresentación, en última instancia, en una “imagen” vacía de otro, donde el impulso erótico ya no es más que Tánatos. El esplendor, así entendido, se vuelve imposible, no porque no se le anhele, ni porque hayan desaparecido las ancestrales pulsiones humanas, sino porque ya no hay vías para producirlo.

Por último, el “mito” del arte, como obra transformadora, a la manera alquímica, donde la producción de la obra implica un proceso de transformación que tiene como correlato las transformaciones del alma (la subjetividad) del alquimista, implicando a su vez como resultado una obra transformadora (todo lo que entra en contacto con la Gran Obra, la Piedra Roja o la Piedra Filosofal, o como se le llame, se transforma en oro), continúa siendo aquí la configuración de un secreto secularizado, conservando la imagen de maestros y discípulos que se transmiten conocimientos imposibles para le vulgo. Pero ese secreto ya es una pura imagen vaciada de realidad.

Con estos y otros problemas se podrá encontrar el lector. Henrickson, no obstante, pleno de méritos, nos presenta un lenguaje a su vez pleno de humor, de mundo y de paisaje. Valga una vez más, un reconocimiento.

*Texto leído en el lanzamiento del libro «Esplendor», en el Salón Rojo de Valparaíso (21/10/2011) y en el bar Rapa Nui de Santiago (10/11/2001).

** Poeta y académico del Instituto de Arte de la PUCV.

Comentarios desactivados en El problema del arte (y de la vida)*

Archivado bajo "Esplendor", Carlos Henrickson, Crítica

Los comentarios están cerrados.