“Deseo pinchar con un alfiler los muslos del lector. Para incomodarlo o estimularlo. Para moverlo. Para sacarlo del lugar donde está”
“No he escrito un poema decente en los últimos cuatro años”. Así de honesto es Yuri Pérez, un escritor formado durante décadas a la sombra de la fronda poética nacional y quien, desde hace algunos años, al menos en lo editorial, hizo un cambio de giro radical hacia la narrativa: desde “Ghetto” (La Cáfila, 2006) en adelante, no ha vuelto a publicar poesía y con “Suite” (Emergencia Narrativa, 2008) y “Niño feo” (Narrativa Punto Aparte, 2010), se ha consolidado como una de las voces más interesantes de la narrativa chilena contemporánea. Hace algunas semanas, de hecho, los críticos literarios lo distinguieron con el Premio de la Crítica en el género narrativa con la novela “Niño feo” y, en estos meses, Yuri Pérez trabaja concienzudamente en lo que será su tercer libro de prosa. La misma franqueza con que habla de su viaje de la poesía a la narrativa es la que emplea el autor para darle voz a Ernesto, el protagonista de “Niño feo”, quien narra, a modo de brutal crónica autobiográfica, su paso por los márgenes de la vida.
-“Niño feo” es una novela indolente, en el sentido de la crudeza con que el protagonista se expone en su relato. ¿Es difícil para ti, como autor, alcanzar ese nivel de franqueza brutal?
-Cuando se está produciendo el trabajo escritural en mí, al parecer, no hay tiempo para preguntarse si lo estoy realizando con un buen nivel de franqueza. Es una operación automática que me permite, en pleno ejercicio, cosa que aún me sorprende, fabricar una especie de malla donde todo se va cruzando y donde tengo la posibilidad de hacer una evaluación en el momento inmediato a la escritura que estoy trabajando. Es ahí cuando visualizo los aciertos y los desaciertos de los niveles de franqueza.
-La voz de este niño, «colonizado» por la poesía, como dijo una crítica, es profundamente personal, intimista. ¿Cuánto hay de registro autobiográfico en esta novela?
-La experiencia de vida y el arte de la literatura son dos elementos que van de la mano. Una obra de arte se desarrolla a partir de una experiencia personal, que puede ser ficcionada para que aparezca mezclada con elementos que pertenecen a la realidad de un sujeto. En “Niño feo” ocurre algo así. Claramente, funcionan ahí asuntos que tienen directa relación con mi vida de adolescente, pero que, como dije antes, se nutre de artefactos que le son ajenos, que el personaje atrapa con la mirada de un voyeur y los hace propios. El artista que no mira, está expuesto al naufragio.
-Este niño crece social, emocional e intelectualmente marginado por su entorno. ¿Piensas que la literatura puede tener ese efecto alienador sobre los creadores?
-Claramente: la literatura, sobre todo la prosa experimental y la poesía, son expresiones esencialmente marginales. Están, la mayor de las veces, al margen, colgando a punto de caer a un profundo abismo. Por lo demás, el arte es un ejercicio que está en el margen. No lo veo de otro modo. Y, por supuesto, la literatura no escapa a eso. Ahora, históricamente, la literatura ha marcado tendencias en los creadores de distintas áreas, es ahí donde ella tiene cierto grado de impacto.
-En lo narrativo, hay una tendencia hacia la palabra precisa, la oración justa y punzante, el fragmento significativo de la realidad, como un golpe a la conciencia. ¿Cuál es el efecto estético que buscas provocar en el lector?
-Lo de las frases justas, acotadas, tiene que ver con la intención de encontrar y fortalecer un “aliento escritural”. Un ritmo. Donde cada frase, por corta que sea, pueda sostenerse de manera autónoma. Esa es una apuesta estética que proviene de la poesía y que trato de trasladar a la prosa, y en este caso en particular, a la novela. Ahora, ¿cómo veo esa propuesta en relación con el lector? Bien, en el fondo deseo que lea con rapidez. Que el ritmo o el aliento escritural le permita al lector una lectura fluida. Es como pinchar con un alfiler, de vez en cuando, los muslos del lector. Para incomodarlo o estimularlo. Para moverlo. Para sacarlo del lugar donde está.
EXPERIMENTACIÓN
-Tú te formaste en la poesía y, hasta ahora, la mayor parte de tu carrera se dio en ese campo. ¿Cómo ha sido tu paso de la poesía a la narrativa? ¿Qué impulso esta mudanza? ¿Sigues escribiendo poesía?
-Sí, tengo una formación poética de años. Mi paso de la poesía a la narrativa ha sido un acto franco, a veces fluido, otras veces escabroso. Siempre estuve escribiendo narrativa a la par de mis libros de poesía, sin embargo, nunca me animé a estructurar un libro de relatos. Ahora, ¿qué impulsó esta mudanza?… En los últimos cuatro años no he escrito ni un solo poema decente. He escrito poemas mediocres y, frente a eso, mejor enmudecer. ¿Para qué editar poemas malos? ¿Para qué editar un libro malo? Ahí retomé el trabajo pendiente con la narrativa y es en eso en lo que estoy ahora… Experimentando, trabajando para armar mi propuesta estética con la mayor rigurosidad.
-La crítica te ha premiado hoy como lo más destacado del 2010 en narrativa. Antes de este reconocimiento, en tu novela tú ya habías puesto el tema de la crítica y los críticos en la mente de este “Niño feo” que envejece tomando conciencia de sí mismo y de su entorno. Como escritor, ¿cuál es tu opinión de la crítica chilena?
-La respeto y creo que es otra manera de hacer literatura. También existe ahí un ejercicio literario que valdría discutir, conversarlo. También creo que existen pocos críticos literarios… Hay intentos, pero ser un crítico de literatura puede ser tan complejo como ser poeta o narrador. Además, si lo ves de otro modo, sus críticas tienen un carácter didáctico, es decir, ayudan a difundir la literatura en aquellos que no la leen. Sobremanera en nuestro país, donde se lee poco en comparación con otros países de habla hispana. Pero insisto: no cualquiera puede ser un “crítico literario”; es, como la poesía, un oficio complejo.
-Tus dos primeros libros fueron publicados por editoriales independientes, de Valparaíso. ¿Cuál es tu opinión de la actividad editorial hoy en Chile?
-Bueno, existen las transnacionales que manejan medios de comunicación increíbles y que pueden instalar, más bien, tienen el poder de instalar, a un autor. Está bien que lo hagan, frente a mis ojos, aparecen como empresas editoriales y las empresas funcionan de ese modo. Están en el mercado editorial y realizan su labor de manera efectiva, porque la literatura también entra en el tema de mercado: demanda, oferta, crear necesidades, etcétera… También están las microeditoriales, o editoriales independientes, que se están abriendo paso lentamente, con mucho esfuerzo y pocos recursos… Supongo que eso forma parte del juego, ahí también está ocurriendo algo que debiéramos mirar con atención. Es un trabajo casi artesanal. Llamativo y respetable, como el trabajo que realizan las transnacionales, guardando, claramente, el tema de recursos económicos utilizables.
-Entiendo que ya estás trabajando en tu próxima novela, ¿qué nos puedes adelantar de ella?
-De eso no te diré nada, no hablaré nada sobre ese nuevo trabajo… Sí es una novela, espero que salga este año. En eso estamos Marcela Küpfer (mi editora) y yo, trabajando en el libro. Aún no se termina el trabajo. Espero salga todo bien… Ahora, en esta entrevista, enmudezco. Tengo hambre y quiero tomar agua de manzanilla. No sé por qué, pero quiero agua de manzanilla: no una sopaipilla, no, a mí me gustan las que traen zapallo… Gracias.