El escritor antofagastino habla sobre su tercera novela, «Namazu», crónica telúrica acerca de un pueblo cercado por la catástrofe.
Por Marcela Küpfer C., editora de Narrativa Punto Aparte.
El aeropuerto de Antofagasta advierte de entrada que ésta no es una ciudad común. En vez de turistas y ejecutivos, en torno a la cinta de los equipajes esperan decenas de hombres solos, cansados por el ritmo del viaje permanente. Algunos conversan entre sí, como si fueran amigos de aeropuerto. Esperan con resignación que aparezcan los enormes bolsos deportivos en que llevan sus ropas para el próximo turno. Afuera del terminal, aguardan buses o camionetas para llevarlos de vuelta a las faenas mineras, esas que han hecho de Antofagasta una ciudad codiciada, la panacea para las penurias laborales y económicas de miles de chilenos y extranjeros que llegan atraídos por el influjo del dinero y del empleo. Sigue leyendo





