Por Joaquín Escobar. Publicado en ojoentinta.com
Hace un par de semanas Diego Zúñiga comentó en las redes sociales lo maravillado que estaba con la narrativa argentina actual. Un desembarco encabezado, entre otros, por Selva Almada, Federico Falco, Hernán Ronsino y Mauro Libertella. A este grupo de cracks, y con la diez en la espalda, le sumo a Pablo Katchadjian, quien con su novelaGracias —editada en Chile por Narrativa Punto Aparte— está tirando caños y gambetas en la escena literaria actual.
Gracias es una novela que, al igual que la película “Pandillas de Nueva York” y la brillante Middlesex de Eugenides, comienza en un puerto. Allí arriban grupos de esclavos que son seleccionados y comprados por inescrupulosos oligarcas. Uno de ellos, de quien nunca sabremos su nombre, es vendido y sometido por su patrón a realizar degradantes y repugnantes trabajos.
Es tal el nivel de humillación que en la novela nunca son profundamente descritas sus labores: “Al principio iba muy lento, asqueado por el olor; dos o tres veces vomité y creo haberme desmayado una o dos veces. De a poco, sin embargo, me fui olvidando de lo que hacía y empecé a actuar mecánicamente”.
Apreciamos una descripción que apunta a lo corporal pero nunca a la ejecución misma del hecho. Walter Benjamin sostuvo que aquellos que vivieron la crueldad de la guerra volvían en silencio porque aquel trauma les había robado la experiencia. Tal teorización es endosable al esclavo. Las palabras no pueden narrar el horror de lo vivido, por ello mismo su sometimiento sólo es descrito superficialmente: ante ello los vocablos quedan estáticos. La cotidiana guerra unilateral a la que es sometido lo cosifica, deshumaniza y le hurta su experiencia. Nada le pertenece. Sigue leyendo




